Menuda confusión. Muchos sospechamos que el grueso de las noticias que nos proponen los medios no son tales, sino propaganda. O mucho me equivoco o esto viene siendo así desde que el hombre formó comunidades parlantes. Es difícil pues hacerse una idea cabal de lo que está sucediendo.
El confinamiento proporciona tiempo para picotear: leer, buscar opiniones de gentes que parecen tener respuestas. Hay que afrontar no obstante una ingente tarea para discriminar (por intuición a veces, por lógica otras) a los fiables (o cuando menos buscadores sinceros de conocimiento) de los cantamañanas, los iluminados, los vendidos, los vendedores, los pelotas, los paranoicos, los fanáticos, los indocumentados, los envueltos en banderas, los hipócritas, los ministros, sus asesores..., los telediarios en fin.
A pesar de no tener garantía de haber hallado verdades definitivas (escarbar apartando heces no facilita encontrar certezas) me voy a animar a compartir con ustedes algunas sospechas que tengo por razonablemente plausibles.
La primera es que el periodo histórico en que los Estados Unidos han tenido bien agarrada la sartén por el mango (y al mundo por las gónadas) parece estar llegando a su fin, de manera que la propaganda que inundará nuestras vidas a no mucho tardar cambiará de sentido: nos venderán igualmente una moto, pero de otra marca. No seré yo quien llore la desaparición en nuestro calendario de los Black Friday, los Halloween y el resto de chorradas asumidas bovinamente por nuestra hipotecada cultura, pero tampoco creo que sea capaz de entusiasmarme con las celebraciones del año del cangrejo o cualesquiera que sean las nuevas tendencias que impondrá el nuevo amo (no dudo que lo hará; parece que la humanidad no sabe prescindir del modelo imperial). El problema extra viene de que la nueva superpotencia, en su afán de dominio total, tendrá que aunar los peores modales del comunismo con los efectos más perniciosos del capitalismo más feroz (menos democracia, más depredación de recursos; menos libertad -o apariencia de tal- y más servicio a los intereses de la deuda). Lo mejor de cada casa.
Mientras este cambio de manos del garrote y la zanahoria se produce, nuestros amados líderes nacionales y europeos, esto es, los capataces del rancho (hasta hoy americano) siguen sin dar muestras de viveza. La pedradas caen por todos lados mientras ellos siguen enfrascados con la propaganda. Por supuesto nada grande se podría esperar de personajes tan minúsculos como Sánchez, Iglesias, Casado, Arrimadas, Abascal, etc, pero al menos hubiera sido de agradecer que a la vista de las llamas que arrasan varias dependencias de la casa hubieran abandonado por un momento los sets de maquillaje y ensayo de guiones y se ganaran el sueldo. Parece que en Europa tampoco hay claridad de cómo situarse en el nuevo escenario.
¿Algo esperanzador en el horizonte?
El orden que quizás esté a punto de caducar era cómodo para muchos de nosotros pero también perverso, no nos engañemos. Basado en la mentira, la injusticia, el privilegio de países desarrollados a costa de la explotación del tercer mundo, los movimientos estratégicos opacos que han diseñado guerras, puesto y quitado dictadores, la hipocresía con que se tejen alianzas, las justificaciones increíbles con que se han ocultado verdaderas canalladas, todo eso, quizás, al reconstruir de nuevo el tinglado existe la esperanza (leve, no seamos naifs, pero esperanza al fin y al cabo) de que se haga de otra manera un poco más justa.
En espera de que el tiempo nos ilustre de cómo será la nueva criatura, rogaría a nuestros amados líderes que empiecen los recortes (no cabe duda de que con la hiperdeuda que vamos a contraer los habrá, y gordos) por el gasto en cargos; no se sabe bien la causa, pero jamás a los políticos se les ocurre empezar por ahí el ahorro, ni siquiera a los más progres, con solera o recién llegados. Más que recortarse el sueldo y las dietas (que también) sería bien recibido un incremento de la productividad política reduciendo personal y exigiendo a los que quedasen cierto grado de calidad y transparencia.