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Como cada noche, Elisa baja la persiana de la ventana de su dormitorio:

Suspira y dice para sí -Hale, un día más y un día menos para poder salir otra vez.

- ¡Dios! ¿Cuándo se acabará todo esto?. Es como una pesadilla de la que quiero despertar y no puedo. La angustia y la ansiedad me estrujan el pecho y aprietan la garganta; me falta el aire,… y entonces, no me queda más remedio que acudir a los tranquilizantes.

Nunca me importó estar sola, pero ahora, como agradecería poder abrazar a mis hijos y nietos, o tener a alguien con quien comentar “La última jugada del gobierno”. Y menor mal que con las redes sociales contactas con todo el mundo hoy día…pero aun así; la soledad impuesta, me está resultando muy larga.

Por lo menos sé que las personas que de verdad me importan están bien. Menos mal que gracias a los tranquilizantes duermo bastante; luego de día es cuestión de ponerse tareas para ocupar tu mente y tu cuerpo activos; pero aun así, siempre hay ratos de desánimo y tristeza. Desde que murió Alfredo, tengo la sensación de que la vida me duele. Me sabe mal pasar algún rato bueno, ya sea bailando, jugando a truc o simplemente paseando. En verano hasta tomar algo en alguna terraza con alguna de mis muchas amistades. Siempre al llegar a casa tengo que apresurarme a pedir perdón al recuerdo de mi marido por haber disfrutado un rato; me siento delante de su foto y le hablo, le cuento todo lo que hice , como buscando su aprobación.

A veces me da rabia no poder deshacerme de ese sentimiento de culpa que me impide disfrutar de la pequeña felicidad de una viuda.

Ahora me relaja anotar las cosas que quiero hacer cuando salgamos; creo que los días me van a resultar cortos; cada día añado algo más a la lista. Hoy puse comprarme camisetas nuevas, se me han envejecido las que tengo de tanto lavarlas. También quiero comprarme ropa interior bonita, aunque sea solo para mí; que hace mucho que no me compro, y un pantalón, un pantalón tipo tejano que sea cómodo y moderno. Como estos dos meses solo pude gastar en comida, he conseguido ahorrar un poco. Si no nos quitan la jubilación o la rebajan, todo irá bien, al menos para mí. Y como dicen que estamos en guerra, hay que decir: “Sálvese quien pueda”, que cada cual se preocupe de solventar su propia vida.

¡Dios que terrible experiencia!