La inaudita intervención del presidente del PP Pablo Casado en el Congreso de los Diputados para autorizar al gobierno a prorrogar 15 días el estado de alarma me causó estupor. Este hombre no distingue cuando la situación obliga a que los políticos de un país estén agavillados ante un problema de especial gravedad, que no tiene signo político, y que exige altura de miras en quiénes además se reivindican como hombres de Estado. No era el momento del ataque furibundo, al contrario, echándose los muertos a la cara ¿Qué drama tiene que zarandear a España para que el PP manifieste su ayuda, su compromiso frente a las instituciones del Estado, y por supuesto cómo no al gobierno?
La ponzoña que vierte en sus ataques no le van a llevar a la Moncloa, más bien todo lo contrario. Se confunde usted, porque si bien es verdad y hasta necesario que la oposición ejerza el control al gobierno, hay situaciones en que culpar al presidente de ser el causante de la pandemia que padecemos, es como mear fuera del orinal. No siempre que se tiene delante una cámara de televisión tiene que sentirse usted obligado ante los suyos a poner al contrario a caer de un burro. Sus feroces acusaciones son un boomerang que le estallará en la cara como siga transitando por la trocha de la desatada oratoria. Cualquiera que le oiga, se dará cuenta que lo suyo es la demostración del político al que le queda mucho por aprender. Usted y algunos miembros de su partido, han llegado a responsabilizar de los fallecimientos al presidente del Gobierno. Mire usted alrededor del mundo en el que vivimos y centre su discurso con la vehemencia de lo creíble.