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Vale, me pongo serio. Tenemos una oportunidad, tanto a nivel individual como a nivel colectivo. La situación parece que se ha desmadrado –pienso que la histeria colectiva todavía golea a la realidad, aunque es cierto que es preocupante- y nos toca demostrar qué tipo de individuos somos y cuál es nuestro comportamiento colectivamente. Cuánto somos capaces de renunciar al ‘yo' para invertirlo en el ‘nosotros'.

La crisis del coronavirus nos va a trastocar los planes a todos. Los económicos, los sociales, los familiares y cualquiera que tuviésemos en mente, hazte a la idea. Vendrán unos días complicados, duros, intensos que nos exigirán comportarnos con el máximo de responsabilidad y con el mínimo de consecuencias. A estas horas ya te habrán inundado con millones de recomendaciones de que te quedes en casa, de que extremes precauciones en el contacto humano y de que pienses colectivamente por encima del interés individual. No, hoy no salgas de juerga, demuestra lo maduro que eres.

Somos muchos los que hemos vivido la situación intentando burlarnos de lo que parece una emergencia global, los que hemos preferido tomárnoslo todo con humor porque con una sonrisa los ‘marrones' se gestionan mejor. Y, te lo aseguro, mantendré la sonrisa. Porque no estoy preocupado por mí, estoy preocupado por los míos. Y entiendo que hemos llegado a una situación en la que se deben tomar medidas drásticas que poco importan si gustan más o gustan menos. Se deben tomar medidas eficaces.

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Pero mientras esas grandes decisiones surten efectos debemos ser nosotros mismos los primeros que actuemos en consecuencia. Este mensaje es el que debe calar en una sociedad en la que, si funciona – que lo hará- deberemos plantearnos imponerlo también en otros temas que son de primer orden como el cambio climático.

¿Y qué podemos hacer? Lo primero, mantener la calma. Luego podemos continuar filtrando la información que nos llega. Aunque la persona que lo envíe sea de total confianza, conviene mantener la calma porque hay mucha basura pululando estos días de teléfono en teléfono que nos tragamos con una facilidad pasmosa. Luego, podemos quedarnos en casa. Desempolvar los viejos juegos de mesa, recuperar el hábito de charlar o de leer, viajando a través de las líneas de nuestro autor favorito.

No hace falta que machaquemos nuestra ya de por si integridad moral con series y películas que traten de pandemias, por mucho que el escenario habitual se empiece a acercar a una producción de Hollywood a la espera de que aparezcan los zombies.

No salgas de casa, cierto. Ponle ahínco a esa decisión, aunque luego, por favor, cuando todo esto pase, ponle la misma responsabilidad en salir para ayudar a todos los comercios y negocios que lo pasarán peor. Solidaridad y concienciación, basta con eso.