Madre mía, mira que son cansinos, agotan hasta a los más adictos al Red Bull y los batidos de proteínas. No sé qué piensan ustedes, queridos lectores, pero a estas alturas de la Historia estar explicándole a alguien la diferencia entre «eutanasia» y «asesinato» produce una desazón muy molesta.
Que además sean los que recortaron gastos en Sanidad con un regocijo cruel, para pagarse sus vicios caros, o los que niegan el Holocausto, porque les interesa la ignorancia con mayúsculas para tapar su auténtica alma, los que atacan el derecho a una muerte digna, presentando este derecho como si fuera un exterminio en las cámaras de gas que algunos tanto añoran, es tan ridículo como proponer a Trump para premio Nobel de la paz, o defender que el Trap es el mejor género musical de todos los tiempos.
A pesar del agotamiento no debemos desfallecer. Cojamos el espíritu del Coyote, que a pesar de ir derrota tras derrota, nunca cejó en pedir artilugios, marca Acme, para intentar coger el arrogante y prepotente Correcaminos. Porque bajo todos esos mensajes patéticos, carne de meme y chascarrillo, los villanos tienen un plan muy bien elaborado. Todos, sin excepción, siguen un guion del que no se saltan ni una coma, y le vale tanto al mencionado Trump, como a Bolsonaro, a Salvini, Viktor Orbán (primer ministro húngaro), y a los nuevos salvapatrias autóctonos que navegan a favor de viento creciendo su poder de forma exponencial.
Dicen cosas de fachas, y hacen cosas de facha, pero si se lo dices se quejan porque se sienten ofendidos, ellos que ha sido los verdugos en la Historia, se presentan como las victimas desbalidas de una conspiración progresista. ¿No me creen?, un botoncito de muestra, lean lo que dijo Mussolini en un discurso de 1922: «Hemos creado nuestro mito. Y ese mito es una fe, una pasión. No hace falta que sea una realidad. ¡Nuestro mito es la grandeza de la nación! Y a ese mito, a esa grandeza…lo subordinaremos todo». Si tiene color de cerveza, huele a cerveza, y sabe a cerveza, seguro que es cerveza.
El filósofo y profesor de la Universidad de Yale, Jason Stanley, ha escrito un libro donde explica de forma nítida y con datos contundentes el malvado plan que tiene la ultraderecha para hacerse con el poder a nivel planetario. Vale, dicho así, uno se imagina a un villano calvo de cine acariciando un gato negro mientras suelta una siniestra risa, pero si leen el libro de Stanley, «Facha. Cómo funciona el fascismo y como ha entrado en tu casa», la cosa queda muy clarita y se pasa más miedo que un agorofóbico en mitad de un desierto.
Stanley nos avisa de que si nos tragamos eso de que todo pasado fue mejor, nos movemos en mensajes breves y pegadizos, pensamos que cualquier matiz es de pedantes, coartamos el humor y la libertad sexual, y nos cargamos la libertad de expresión el coctel del autoritarismo está servido.
Visto el panorama no queda otra que vitaminarse y mineralizarse, como nos recomendaba siempre Súper Ratón- perdón por las referencias tan viejunas, pero para los hijos del baby boom, conocidos como boomers, esto es lo que hay-.porque necesitaremos toda la energía del mundo para desmontar pieza a pieza el tsunami de populismo fascista que nos está ahogando. Hará falta algo más que criptonita de buenrollismo para parar a los malandrines (me encanta está palabra) disfrazados de supermanes. Y que en esa tarea titánica no nos falte nunca un buen amigo que venga con una cerveza bien fresquita, por lo que pueda pasar. Feliz octavo jueves del año.
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