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Si usted quiere dejar de fumar va a tener una ayuda, la sanidad pública le financiará parte de un costoso medicamento que, eso sí, sumado a su fuerza de voluntad, le permitirá dejar de emitir humo a la atmósfera en 2020.

Al menos su mal hábito suscita comprensión, y eso ya es algo en un año nuevo que ha llegado, medioambientalmente hablando, más cargado de reproches que de buenas noticias para el ciudadano de a pie.

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Debemos reciclar cada uno 200 kilogramos de basura más para cumplir con las exigencias europeas, que al mismo tiempo son las que esgrimen también las navieras para justificar una subida de los fletes marítimos que acabaremos pagando todos. Baleària y Armas-Trasmediterránea argumentan que por normativa comunitaria deben cambiar sus combustibles por otros menos contaminantes y eso, desde el 1 de enero, se ha repercutido en el precio del transporte. La subida es de hasta un 20 por ciento y como era de esperar, los transportistas ni pueden ni van a asumir ese sobrecoste. Al final de la lista de paganos están los de siempre, los consumidores, y si no se quiere que éstos se apreten más el cinturón y dejen de consumir, pues a reducir plantillas. La patronal de las grandes superficies comerciales, Anged, ya lo ha anunciado. Si no pueden incrementar precios la regulación vendrá por el recorte de empleos en el sector.

Sea del modo que sea, el incremento de los fletes lo pagarán los trabajadores. Nadie duda de que hay que avanzar en los objetivos por una economía sostenible, pero parece que todas las responsabilidades, reprimendas y malas noticias recaen siempre sobre los ciudadanos, dando más bien pocas facilidades o estímulos para cumplir con esa agenda sostenible. Para las islas el problema de la subida del precio del transporte marítimo es muy grave. Y de momento seguimos a la espera del Régimen Especial para Balears y de la compensación a la insularidad.