Aunque sería fantástico que así fuera, tristemente no estamos ante ningún cuento de temática navideña del célebre escritor danés, Hans Christian Andersen. Eran aquellas lecturas ilustradas, mundialmente conocidas, que arrancaban con una presentación amena y entusiasta, continuaban con un desarrollo que se iba precipitando hacia la tragedia irremisible hasta que en el último momento aparecía alguien que encarnaba el espíritu navideño para salvar al protagonista y ofrecer el final feliz que aguardaba el pequeño lector.
La familia afgana que ha quedado atrapada en Menorca cuando trataba de llegar a Londres huyendo de Kabul donde estaban amenazados de muerte por los talibanes no son los personajes de un cuento de Andersen aunque su historia encajaría, en parte, con cualquiera de los trabajos del escritor del siglo XIX.
Padre, madre, un hijo de 13 años y una hija de 18 meses, solos en una tierra desconocida, tras escapar del peligro en la suya, sin saber cuál será el futuro que les aguarda, constituyen una estampa de desdicha cruel que ablanda hasta el corazón más rocoso que se la encuentre. Les sucedió el sábado a los policías que les detuvieron en el aeropuerto, al abogado que les asistió, al personal del juzgado que les tomó declaración o al de Creu Roja que les acompaña estos días.
Instituciones públicas y ONG les proporcionan la asistencia que precisan en la Isla pero, por el momento, no hay solución legal para que consigan su propósito.
Ellos llegaron a Menorca decididos a alcanzar el Reino Unido, que era el objetivo que se marcaron cuando salieron de Afganistan, porque allí tienen familia y una comunidad de compatriotas que les apoyará para rehacer su vida en un entorno más cálido. Es evidente que hay que cumplir las normas pero también hay que comprender el drama humano y ayudar a encontrar la mejor solución para quienes son víctimas y no culpables. Este cuento de Navidad, que es desalmadamente real, merece un final feliz.