El momento de nuestra política no me deja otra alternativa que la de pensar que básicamente tenemos dos tipos de políticos, los que obran sin pensar y los que piensan sin obrar. De manera que seguimos teniendo el mercadillo de los pactos muy malamente. Unos que dicen y dicen pero no piensan lo que dicen, y para el caso, otros que de nada sirve que piensen porque luego permanecen inanes, como atrapados en sus ideas sin resolverse a dar el paso que la situación exige.
Algunos ven en la situación de una política dominada por los miedos y la escasa empatía de sí mismos, la oportunidad de ponerse a pedir lo que ninguna cabeza medianamente amueblada les puede conceder, a sabiendas de que pueden acabar siendo la primera víctima por conceder lo que jamás debió concederse.
¡Hombre!, una mesa pongo por caso, donde se pretenda que esté Puigdemont, Quim Torra y Oriol Junqueras como condición previa para pensar siquiera en obtener en una futura votación para hacer al presidente virtual, presidente a todos los efectos. Pues qué quieren que les diga, me pregunto si saben lo que dicen personas como Elsa Artadi, que siempre la pensé una joven promesa de la futura política catalana, pero si piensa cosas parecidas, mejor haría en dejar de lado la política.
La política actual diríase que estuviera dividida entre una «prisión y un circo». No tenemos políticos con capacidad para alcanzar acuerdos por el bien de la ciudadanía; lo que abundan son los que se ponen a ejercer la microcirugía política con una motosierra. Miedo me da que no lleguen a un acuerdo, pero no me da menos miedo, si finalmente llegan a él.