Hace tiempo que estamos instalados en el modo enfrentamiento y no vamos a salir del mismo por ahora. Los bloques y la división avanzan imparables. Son malos tiempos para la razón y el consenso.
Como ha habido tantas elecciones, podemos decir que es lo que hemos elegido entre todos. El centro se va difuminando y los extremos no solo se tocan, sino que pueden llegar a las manos. La brecha salarial no es la única. Hay infinidad de brechas y boquetes. Frustración y resentimiento. No culpemos a los políticos de todo. Son una consecuencia de la sociedad en la que están instalados. El sistema. El famoso sistema. El populismo funciona donde hay poca base científica. Mucho forofo al que le importa poco cómo juegue su equipo, con tal de que gane. Todo se disculpa porque la culpa es del árbitro o del contrario.
Unos viven tan bien y otros tan mal que la revolución tiene buena prensa. Pero la economía no engaña. Si va bien, habrá trabajo y buen rollo. Si va mal, empezarán las lamentaciones, tensiones y algún que otro arrepentimiento. Mientras no lleguemos al límite que suele imponer la realidad, que alcanzaremos tarde o temprano, la gente sigue creyendo que todo es posible. Que podemos vivir de rentas eternamente. Que se puede gastar más de lo que se tiene o endeudarse mientras te dejen. Somos ilusos. Pero un buen día te cortan el grifo y te das cuenta de que estás a la intemperie. Ser previsor no está de moda. Ya veremos qué pasa...