Pues sí, señora y sí señor, no hay secretos y se «chivan» las cosas, como dicen los peques. Esta norma la tengo en casa, por posibles depredadores sexuales, o violencia. A bocajarro. La realidad es más dura. Es una columna personal, pero desde mi entender para evitar posibles males yo quiero que mis hijos me chiven todo, y no juego a guardar secretos. Creo que es un gran error decirles lo contrario. Ya tendrán edad suficiente para guardar secretos de personas fiables y honradas y de no chivarse si es necesario.
A veces los padres jugamos a decirles a nuestros hijos e hijas «ven, te voy a decir un secreto», o a reprenderles si se chivan de un compañero. Pues nada, de nada. Hay que establecer una solida comunicación. Enseñarles lo esencial que es confiar en quien te ama. Es decir, «querer» implica propiedad. «Amar» implica libertad y respeto. Los italianos lo dicen muy bien «ti amo».
Los niños y niñas que están en una edad de experimentar, de saber, en que sus referentes somos los padres y madres deben controlar primero su espacio vital, enraizar e identificar sus sentimientos, y emociones. Algunos expertos alertan de la cifra oculta de abusos sexuales en la infancia, cometidos sobre todo en la familia. Las instituciones educativas, escoletes, colegios e institutos deben estar alerta. Como dar una educación al respeto. Todos formamos una red y todos debemos ser policías. Yo te vigilo, tú me vigilas.
Haciendo memoria de mi infancia. Había una niña en mi clase que fue un reto para el profesor Carlos, en octavo de E.G.B. Mostraba una violencia brusca en clase, siempre bajaba la cabeza en el aula, y tenía una mirada dura. En cambio el trato con los amigos de la clase era agradable. Después me enteré -con el tiempo- que su tío abusó de ella, y que su madre no se lo creía. Me acuerdo que me impactó, pero al no tener una educación sexual por aquel entonces me quedé en el impacto.
Por eso a los hijos e hijas no hay secretos, y todo se chiva. Y si un niño o niña ha pegado a nuestro hijo, o hija, no podemos decir «no pasa nada». Hay que hacerles una pequeña charla entendible a su edad. Deben de apreciar el respeto de otra persona. Para no educar niños, niñas ‘alfa', con cierto poder sobre otros. Y no llegar a crear agresores y víctimas el día de mañana.
‘El guardián entre el centeno' de J.D. Salinger, lo define bien «Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos. Quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Solo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él».