Cuanto más nos acercamos al 10 de noviembre, más convencido estoy que Pedro Sánchez y su equipo de asesores podrían estar muy equivocados en sus cálculos electorales.
Conviene recordar que cuando no quisieron pactar con Podemos, tenían en el electorado una intención de voto que se les ha ido diluyendo, y no poco. Naturalmente, ese no es ningún tipo de fenómeno, sino más bien un hecho constatable y que está motivado por algo, y a mi modo de ver, ese algo son los muchos días y noches de algaradas, destrozos y violencias en Catalunya, especialmente en Barcelona, sin que se haya hecho por parte del gobierno otra cosa que mandar policías y guardías civiles, en vez de aplicar alguna medida de carácter político o jurídico.
Llevamos más de cuarenta años de guante blanco en Catalunya, por eso Pujol no tuvo dificultad en hacer de Catalunya su cortijo, enriqueciéndose, y aquí no pasa absolutamente nada: viajes a Andorra y a otros paraísos fiscales, y encima teniendo que aguantar el sarcasmo de que España nos roba. Y todo como si nada, no fuera ser que el catalanismo se enfadase.
Y ahora, no es que hayan engañado al independentismo, que también, es que además la clase política catalana desde su altavoz político que es la Generalitat, han alentado el secesionismo.
Quizá en cierto momento para camuflar sus tensiones de gestión bancaria, aliviada por la falta de rigor jurídico, porque en aquel totum revolotum había personas intocables. Además, está más que constatado que no ha sido la ciudadanía la que haya pedido encarecidamente a sus dirigentes políticos una independencia en forma de república. El hecho hay que juzgarlo exactamente al revés, han sido los políticos los que han ofertado machaconamente una república que no era posible pacíficamente. Pero igual que la gota de agua constantemente repetida, orada la más dura roca, aparte de la ciudadanía catalana le fue entrando en sus ensoñaciones que Catalunya podía ser Andorra bis o Mónaco o vaya usted a saber, y así, hemos llegado a la dureza agresiva de unas manifestaciones cuyas consecuencias ya han supuesto muchísimos millones de euros que hay que anotar en la cuenta del procés, además de la huida de la industria fuera de Catalunya. Mientras tanto, Pedro Sánchez y su gobierno no han sido capaces de coadyuvar a destituir a un Torra que va muchas veces con la lata de «la gasolina en la mano», cosa que Vox aprovecha para decir lo que ellos harían y que Sánchez no hace, y como el personal está de lo catalán hasta la náusea, necesitan como agua de mayo ver que alguien está dispuesto a corregir el libre albedrío de los secesionistas catalanes venga la oferta de quien venga. Otra explicación en la subida de Vox y el mantenimiento o la bajada de intención de voto en el PSOE no veo, porque tiene que haber un motivo, una pregunta y una respuesta.
Para el caso, sea por eso o por otra cosa, a Pedro Sánchez se le pueden poner las elecciones del 10 de noviembre más cuesta arriba de lo que el PSOE piensa.
De todas maneras, gente como Torra probablemente es lo que le sobra al procés. Un presidente autonómico al que las leyes de España le tienen sin cuidado por no decir que le son indiferentes, no puede ser presidente de una Autonomía tan importante como la catalana. Un político que después del fracaso de la república catalana va y sin ningún sentimiento de enmienda dice: «tornarem a fer», es simplemente sostenella y no enmendalla.
Personalmente me resulta surrealista que la gente siga creyendo a ciertos personajes del procés como Torra o Puigdemont; solo puedo entenderlo teniendo para mí que a pesar de los malos dirigentes, Catalunya tiene una ciudadanía de muy buen convencer, porque el caso de que desde Bruselas se mande a unos pobres ‘engatusados' a que se la jueguen estando allí el que lo ordena, se necesita un ‘estómago' importante.