Una hormiga no da miedo. Pero si juntas millones de hormigas como en la película clásica «Ruge la marabunta» de 1951, la cosa ya acojona hasta al duro de Charles Heston, protagonista de la cinta, tan chulito que se ponía él defendiendo a la Asociación Nacional del Rifle. Que millones de insectos, que pueden levantar su peso entre 10 y 50 veces, se unan en colonias de millones de miembros y lo arrasen todo a su paso, da más miedito que encontrarte a la muerta de la curva haciendo autostop con rulos y en camisón.
Un pájaro surcando el cielo puede ser bellísimo, pero si juntas bandadas de miles de aves como hizo el genio de Alfred Hichcock en la película «Los pájaros» de 1963, protagonizada por Tippi Hedren, la cosa ya asusta bastante. Ver como las gaviotas, cuervos y demás aves se alían entre ellos para lanzarse en barrena por las calles de San Francisco a picotear humanos y liarla bien parda da un repelús que no veas.
Los sabios de la Antigua Grecia nos dejaron unos cuantos preceptos en el templo de Delfos, uno de los cuales reza. «Nada en exceso». Traducido también por todo en su justa medida. Y es que los Tales de Mileto y compañía no solo eran listos por darle al coco que no veas, sino porque vestían todo el día con unas telas rectangulares de lino la mar de fresquitas. Y para mí que no llevaban ropa interior que les apretara el michelin como nos empeñamos en hacer ahora. Otro año más sin llegar a tiempo a la operación bikini. Ahí lo dejo.
Hasta algo tan beneficioso, y en principio tan inocuo, como beber agua se puede convertir en un problema si nos tomamos más de 7 litros al día. Los riñones pueden decir basta y los niveles de sodio se pueden ir a hacer puñetas. Tomar vino con moderación es súper sano por los taninos quema grasas y sus efectos vasodilatadores, pero si le damos al codo más de la cuenta la cosa se tuerce hacia terrenos pantanosos.
Ya ven, queridos lectores, el cine, la filosofía y la ciencia, nos dan una gran lección para llegar a la sabiduría popular (qué clasista y hortera suena este término) con nuestro: «Entre poc i massa sa mesura passa». Entre poco y demasiado, encontrar el equilibrio parece lo más inteligente.
En la playa de Cavalleria, isla de Menorca, desde hace bastante tiempo las personas se untaban de arcilla por todo el cuerpo. Lo dejaban secar, se daban un baño en el Mediterráneo y les quedaba la piel bien suave. Eso lleva muchos años haciéndose, años en los que no había móvil y los coches se aparcaban en las dunas, porque no había conciencia de estar haciendo nada malo, y el turismo no era tan masivo.
Pero ahora, a pesar del gran cartelón que lleva años puesto, y que hasta un gran miope con cataratas como yo ve a la primera, pidiéndole a la gente que no arranque la arcilla a puñados, el turismo termita pasa de todo y sigue excavando a un ritmo demencial. A esa velocidad llegarán al núcleo de la Tierra antes de que acabe el verano, y no van a dejar arcilla ni para hacer una taza. No faltan las cansinas fotos con el móvil, para compartir el momento con los seguidores en redes sociales, ¡que no falte el postureo de los imbéciles y egocéntricos influencers!
Así que como somos muchísimos y variados vamos a respetar, y a hacernos respetar, que ya hay bastantes abusadores pululando que van a su rollo sin importarles una mierda los demás. Cerremos con una duda, cuando en un partido el Atlético le mete siete goles a su eterno rival, ¿eso es poco, o es mucho? Perdón, pero no me podía resistir. Feliz jueves.
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