Todos los días es un día de algo. Ayer fue el día mundial del donante de sangre, mañana es el día mundial de las tortugas marinas y hoy es el día mundial de toma de conciencia del abuso y maltrato en la vejez. Hay días que son internacionales; por ejemplo, pasado mañana es el día internacional del niño africano, y los hay que son días a secas; por ejemplo, el 25 de junio es el día de la gente de mar, y no es ni mundial ni internacional. También hay días que parecen puestos de cachondeo; por ejemplo, el 21 de junio es el día de llevar el perro al trabajo. Me pregunto si existirá el día de la suegra, que dicen que en griego se dice shtorba, o si habrá un día de levantarse a las tres: ¡a la una, a las dos y a las tres!
Puesto que hoy es el día de la vejez, busco un refrán sobre la materia que no sea derrotista y me encuentro con este: «El viejo quiere más vivir, para más ver y oír» No está mal, pero yo le añado «callar»: ver, oír y callar. Siempre fue contraproducente hablar demasiado, y cuando viejo, lo es más; hay que verlo todo, procurar entenderlo todo y callar. Siempre es importante no descubrir la jugada, pero en el caso de los viejos, hay que ser dos veces prudente, y que baste. Lo de la experiencia está pasado de moda, lo de los ancianos regentando el poder, también, entre otras cosas porque no todos los viejos son prudentes, si no, miren al señor presidente de los Estados Unidos. Por cierto, «trump» en inglés significa «triunfo», referido al juego de naipes (las cartas que llaman triunfos) Pero en inglés coloquial también significa «pedo» o «tirarse un pedo» Por eso no es prudente que un viejo hable demasiado, aunque sea por la boca.
Pero hoy es el día de la toma de conciencia del abuso y maltrato en la vejez. El maltrato a los viejos es ya un problema mundial. Lo curioso es que el maltrato a los ancianos es mayor en las instituciones especializadas que en las familias. Algunos hasta reciben lesiones físicas y psicológicas. El problema viene agravado por el envejecimiento de la población, que actualmente es de 900 millones de viejos en todo el mundo pero que llegará a 2000 millones a mediados de este siglo. Lo malo es que los hijos ya no pueden hacerse cargo de los mayores, y que con la longevidad actual proliferan las dolencias que hacen perder facultades a marchas forzadas a los viejos, hasta convertirlos a veces en un mueble podrido del que uno querría deshacerse con una práctica innombrable que termina en asia y no es Anastasia.