Rodríguez Zapatero, José Luis, se empeña en seguir saliendo en los medios con opiniones que le reclaman a sabiendas de su especialidad en meter la pata. Y además le encanta el papel de mediador, que parece propicio para quien ha ostentado una alta responsabilidad internacional o de gobierno, aunque el suyo acabara tirando la toalla y con el país empantanado en la peor crisis económica que se recuerda.
Hace unos meses intentó ser mediador en la crisis de Venezuela. Iluso, creyó que el camino era blanquear el gobierno del sátrapa Maduro y comprender su posición como paso necesario para negociar con los otros, que son el resto del mundo salvo Cuba. El inventor de la Alianza de Civilizaciones abandonó la misión sin resultados.
Ahorita ha dicho que es proclive a estudiar el indulto a los presos del 1-O. No se ha mostrado directamente partidario como le han atribuido algunos medios sino de valorar detenidamente la posibilidad. Es decir, imponer el poder político por encima del judicial tal como aplica la revolución bolivariana que, por lo visto, le parece un buen modelo democrático.
Felipe González decía que los expresidentes son como un jarrón chino, objeto valioso que en todas partes estorba. Dicho de otro modo, no exponerse en exceso para que no se rompa, discreción, en una palabra.
Renzo Fratini, nuncio del Vaticano, es el otro metepatas de la semana. ¿Quién le manda hablar de Franco a un representante diplomático de un estado tan anómalo que tiene por jefe al papa de Roma? No ha entendido nada, a Franco lo resucitaron por una cuestión meramente electoral, a los españoles de hoy les importa tres pepinos lo que hagan con sus restos. Y encima le han contestado dos ministras con la amenaza de revisar la fiscalidad de la Iglesia. Ha sido, monseñor, como mentar al diablo.