No fue un buen arranque de temporada la situación generada en el Aeropuerto de Menorca el pasado viernes debido a una ralentización puntual en la transmisión de información del nuevo sistema automatizado de control de pasaportes ABC. Esa anomalía derivó en un colapso en la terminal que afectó a los turistas, en su mayoría británicos, además de los servicios complementarios en la misma terminal, desde la ocupación del espacio, hasta la recogida de maletas o la falta de estacionamiento para los autocares forzados a dar vueltas cerca de la instalación.
Como consecuencia, los visitantes, adultos y niños, tuvieron que prolongar su espera más de una hora en largas colas con la incomodidad que supone. Supuso una llegada a su destino vacacional (o salida) accidentada y molesta, pero no fue más allá de eso porque todos estuvieron en sus alojamientos antes del mediodía.
Lamentablemente, los residentes en la Isla acumulamos varios másters presenciales superados con nota en lo que a incomodidades de este tipo se refiere, incluidas cancelaciones que nos han dejado en tierra, por no decir de la indefensión que sufrimos, obligados a abonar las tarifas de las compañías aéreas cuando tenemos que programar un viaje no previsto porque no disponemos de más alternativas.
Está bien que se denuncie el colapso del pasado viernes. El PP lo ha utilizado para atizar al Consell y el Gobierno central por la imagen negativa de la Isla que captaron esos primeros turistas, aunque no será esa la que se lleven con toda seguridad.
Los esfuerzos, sin embargo, deberían emplearse en evitar que se repita la anomalía, por supuesto, e incrementar la dotación policial con urgencia. Pero más importante sería exigir que los agravios ancestrales que padecemos los residentes en el transporte aéreo acaben de una vez por todas, algo que ninguno de los grupos que ha gobernado ha conseguido hasta el momento.