Escuchando lo que nos dicen en sus mítines los políticos varios días antes de empezar oficialmente la campaña electoral o ahora, que ya estamos en ella, se llega a una penosa conclusión: no sé si es por qué no se trabajan el discurso que nos sueltan o porque como oradores no dan la talla, ya que no son pocas las veces en que el político da la sensación de que la razón y él no se dirigen la palabra, y es que los hay que si ningún rubor se ponen a pontificar sobre temas que no dominan, diré más, que desconocen por completo, actuando entonces como memos de diseño, fieles al carné de ruta que les marca el partido, discurso que de puro básico aburre a las ovejas, el soniquete es el mismo, critican a las otras formaciones políticas a la vez que se autoalaban lo suyo hasta la náusea. Luego en caso de salir elegidos ya veremos qué es lo que se hace o lo que se deja sin hacer.
Estas son las horas que los políticos en sus mítines ya deberían de saber que cualquier exceso es un defecto, y la gente está ya cansada de la fatua agresividad verbal, pues lo que realmente interesa, es saber con qué recursos se cuenta para llevar a buen término la oferta del bienestar, que al igual que en una mercadería, la usan para engatusarnos. Unos políticos que en vez de asegurarnos libertades, serán más tarde los encargados de recortarnos la libertad que nos queda, políticos que aún no han conseguido unos días antes de la votación, que la ciudadanía tenga su voto decidido a pesar de acordarse de aquellos políticos que con dinero ajeno han construido aeropuertos donde no hacía ninguna falta, han llevado el AVE donde su mantenimiento es y será siempre deficitario, mientras que en otra Autonomía el sistema ferroviario es tan deficitario que padecen un eterno tercermundismo, con trenes que se averían un día sí y otra también. ¿A quién se le ocurrió lo de la Ciudad de la Justicia en Madrid que ahí está viendo pasar el tiempo muerta de risa? Nos obligan a pensar estas cosas que Jesucristo curó a ciegos y leprosos pero no hay ninguna noticia de que hiciera lo mismo con los inútiles. Lo malo es que no se corrige al mal político que sigue arropado en su ignorancia en su despacho y la ciudadanía padeciéndolo. Políticos que van a ejercer de políticos como quien va sin más a ejercer un trabajo que desconoce por completo. De ahí la empatía del ciudadano hacia lo políticos que está bajo mínimos, máxime cuando continuamente nos enteramos del extraordinario choriceo que en las últimas legislaturas algunos se han traído entre la buchaca y las manos, algunos que llevan años señalados como presuntos corruptos, y ahí siguen ejerciendo y disfrutando de esta singularidad jerárquica de «presunto», y cuando la cosa viene mal dada, viene a socorrerles el salvavidas carcelario del «ha prescrito».
Estamos como quien dice a punto de introducir nuestro voto en la urna, convendría ponerse a reflexionar que no siempre es culpa del político, ya que una mala elección nos hace cómplice de tener luego políticos vulgares, cuando no inútiles de solemnidad.
Es en los mítines políticos dónde podemos ver a más de un líder que se pasa la vida mirando la vida de los demás, y que morirá sin haber conseguido verse nunca a sí mismo, creyendo que porque un día ha puesto en un mitin televisivo o de plaza de pueblo a un contrario que no había por dónde cogerlo, con eso justifican, creen ellos, el salario que les pagamos, sin saber siquiera cuántos artículos tiene la Constitución Española.
En la actualidad se llega con demasiada certidumbre a la conclusión de que tenemos una clase política de perfil bajo, hoy es rara avis ver a alguien que destaque, que brille con luz propia con magnífica oratoria, con ideas, con mente despejada, conociendo perfectamente los temas que está tratando. Resulta singular que ninguno de los líderes cabeza de cartel llegue ni siquiera al aprobado, ¿siendo eso así cómo serán los demás?