Claro que sí, don José Ortega y Gasset, es obvio que usted tenía toda la razón cuando escribió lo de: «Yo soy yo, y mis circunstancias». Y no olvidamos que usted entendía por circunstancia aquello que está a nuestro alrededor, es decir nuestro paisaje por decirlo de alguna manera. Y entendemos que como seres humanos tenemos logos, razonamiento, ¡toma ya que flipe!, y por lo tanto podemos entender, y en cierta manera explicar e influir, en esas circunstancias para modificarlas. El problema, don Ortega y Gasset, es que estamos más despistados que un esquimal en el Sahara, y claro nos perdemos en la purria continuamente olvidando lo importante, y de esta manera lo equivocamos todo. Vamos que usamos el logos para limpiarnos el culo sin mancharnos los dedos, y algunos lo consiguen a duras penas.
Para que vean el despiste monumental en el que estamos, queridos lectores, quieren que temamos al inmigrante que viene a buscarse la vida, y sin embargo no nos avisan del miedo que dan los empresarios que explotan, los banqueros que roban, o los políticos que mienten (leí algo muy parecido en Internet, pero no lo he podido recuperar para citarlo, si me localiza le doy el 50 por ciento de lo que me pagan por este artículo, emoticono de carcajada). Pagar una infravivienda de 30 metros cuadrados cuesta, en algunas ciudades, el doble del sueldo mínimo interprofesional, y de esto casi no se habla, no vaya a ser que nos centremos en las circunstancias que tocan y la liemos parda.
Pero mientras sigamos llamando periodista a Eduardo Inda, escritor a Sánchez Dragó y cantante a Bertín Osborne, estarán tranquilos, porque es evidente que nos importa un carajo poner el raciocinio a funcionar para meterle distancia crítica a los temas, y nos lo tragamos todo con la misma facilidad con la que el rey emérito le metía una bala a los elefantes entre colmillo y colmillo. Hablando del emérito, igual ahora que está jubilado lleva a sus nietos al cine a ver el «Dumbo» de Tim Burton y les explica como los elefantitos cuando crecen van a una reserva para que los de sangre azul les metan tiros a gusto. Ay la monarquía, esa institución tan del siglo XXI. Somos capaces de proyectar un viaje a Marte, mientras aceptamos resignados que alguien sea rey por la gracia de Dios, y la verdad es que, viendo el panorama, Dios mucha gracia no tiene.
Este sistema capitalista patriarcal que se pasa por el forro el respeto al planeta, porque lo somete todo al poder del máximo beneficio, fomenta la desigualdad más salvaje, pero todo eso que importa si puedo mantener mis cuentas en Netflix y Amazon prime, por cierto, ya me ha dicho mi banco que me financia el nuevo Iphone sin casi intereses, no me han concretado cuanto es ese «casi», que majetes son. Como todavía nos quedan trazas de conciencia necesitamos que alguien ejerza de buen tanatopractor y maquille, peine, embalsame, higienice y deje bien guapo al sistema cadáver, que una cosa es saber que hay órganos podridos y otra muy diferente es tener que olerlos.
Pues nada, seguiremos tocando como la orquesta del «Titanic», y me temo que, al igual que en el hundimiento del famoso barco, unos poquitos se salvarán con los bien equipados botes salvavidas y otros muchos se ahogarán sin remedio porque los lacayos de los que viajan en primera clase cerrarán las salidas con un candado de los gordos. Pero lo mismo todo es paranoia de cutre articulista, por si acaso ya saben, hagan acopio de lúpulo y de amigos, es la mejor forma de resistir. Feliz jueves.