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Circulan en las redes sociales chistes fáciles relativos a los miles y miles de catalanes que el pasado sábado invadieron pacíficamente Madrid para manifestarse por el independentismo, los políticos presos y la democracia.

Dicen las ocurrencias que muchos de los que fueron a la capital han pedido volver a manifestarse en ella por el trato amable que recibieron, los muchos atractivos de la ciudad, y, especialmente, porque en los bares del Madrid de los Austrias les servían una tapa gratis con la bebida, costumbre prácticamente desconocida en Catalunya.

Bromas aparte, aunque resulte paradójico, los manifestantes clamaron por la misma democracia española cuyas leyes les amparan para que puedan paralizar el centro de la capital y pedir la independencia del Estado al que pertenecen. ¿Dónde está, entonces, el sistema opresor y la falta de libertades que repiten para justificar los actos ilícitos de sus más altos representantes?

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Es el caso del president de la Generalitat, tristemente célebre entre otros muchos motivos por sus tuits xenófobos contra los españoles. A pesar de mantenerse como simple acólito de su antecesor, Quim Torra ha hecho de sus proclamas atrevidas contra el Estado, una hoja de ruta para bordear los delitos sin llegar a cometerlos.

Sin embargo, sigue tensando la cuerda al desobedecer la órden de la Junta Electoral Central hasta el punto de mofarse de ella, incluso pese a la recomendación de una institución catalana como el Síndic de Greuges.

Como consecuencia el president se va a enfrentar por primera vez a una posible inhabilitación, aunque ahora se abren los plazos interminables para los recursos.

Torra suelta bravatas contra el Estado y observa a diario dónde están sentados hoy los consellers que le precedieron o dónde vive su antecesor. Aunque pueda dar esa sensación, Torra no es tan necio como parece. O sí. Y además se toma las tapas gratis en Madrid.