¿Dónde ponemos el centro de gravedad en nuestras vidas? ¿En la política? ¿En el dinero? ¿En nosotros mismos? ¿En servir a los demás? Es muy difícil separar el grano de la paja. Y es más fácil ver la brizna en el ojo ajeno que la viga en el propio. Funcionamos con categorías como: feminista, machista, de izquierda, de derechas, nacionalista, facha, progresista, carca, populista, explotador o corrupto. Reduccionismos que sirven para evitarnos el esfuerzo de hablar y conocernos. No juzguemos tanto y no seremos juzgados.
Recuperemos el centro de gravedad o seguiremos desequilibrados, sin llegar a poner los pies en el suelo. Ingrávidos en el espacio histórico y perdidos en una sociedad inhóspita. Con educación, la vida interior es más rica. Educados no estaremos tan obsesionados con acumular cosas y tener la razón exclusiva. No nos dejaremos poseer por el odio y el resentimiento, como zombis que siguen andando sin pensar, igual que los autómatas. Disfrutaremos de las pequeñas cosas de cada momento. Humildes para ser felices. No sé para qué nos preocupamos tanto.
Ayuda a los demás y estarás en paz contigo mismo. Perdona y agradece. Comparte y aprende. Las noticias son puntuales. Procura que no sean inconexas o que capten tu atención para nada. Busca cosas que permanecen y te dan una estructura mental para vivir con sentido. Cuidado con estos tiempos tan líquidos y gaseosos, donde se confunden la verdad y la mentira.