Representa siempre una satisfacción cualquier tipo de reconocimiento público al ejercicio profesional. Más aún si este se asocia al éxito indiscutible de una empresa familiar, en este caso radicada en Maó, y especializada en algo tan propio de una isla como se trata la prestación de un servicio que deriva de su indisoluble relación con el mar.
No es frecuente, pero Náutica Reynés, la firma cuyo embrión gestara en 1935 un emprendedor sin complejos, el abuelo Benito Reynés, fue distinguida anoche en Palma con el premio Ramón Llull que concede el Govern balear a personas físicas o jurídicas que hayan destacado por la labor prestada en los ámbitos cultural, deportivo, jurídico, empresarial, cívico, humanitario, de investigación, de enseñanza y lingüístico.
Muy pocas empresas privadas pueden presumir de estar en posesión de este reconocimiento desde que lo instaurara el Govern en 1997, lo que magnifica todavía más el premio que recogió tarde Benito Reynés, tercera generación de la saga familiar.
Moderado, discreto, con una pizca de timidez que contrasta con su determinación para manejar el negocio, el que fuera directivo y presidente del Menorca Bàsquet en las Ligas ACB y LEB Oro ha visto compensado también moralmente su esfuerzo particular con esta distinción en tanto que propietario y máximo representante de la empresa.
Situado en la jubilación activa, con el traspaso generacional en marcha y acelerado hacia su hijo Óscar, fiel heredero de la saga de empresarios, Benito y toda su familia tienen un nuevo motivo de orgullo. El ‘Ramón Llull' supone una merecida alegría que ha de servir a toda la familia para mantener la lucha y acrecentar el positivismo con el que están superando las circunstancias adversas que se les han presentado en los tiempos más recientes. Ánimo y enhorabuena.