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Antes te ponían un parche y arreando que es gerundio. Cuántas veces he visto en mi infancia y adolescencia parches de fantasía en los vaqueros, leotardos remendados con el famoso ‘siete'. Y coderas en los suéteres de punto fino, y rodileras en los pantalones de pana ni te cuento. Los zapatos estaban pelados, y repelados. Y la ropa la heredábamos ya no de nuestros hermanos sino de nuestros tíos o familiares lejanos, de otra moda y otro estilo. Pero era lo que había. Nuestros padres venían de aprovechar al máximo lo que se compraba, no eran tiempos de derroche. Muy pronto con el bienestar social y económico lo que se veía roto, malgastado se retiraba inmediatamente, se tiraba o se compraba otra cosa. Ahora -que aún no hemos despegado lo suficiente para cambiar de suéter tan rápido-, los padres lo hacen con esfuerzo económico por el que dirán «si mi hijo lleva un roto, o los zapatos pelados».

Desde que tengo hijos no he visto ni una codera, ni rodillera, ni un siete. De hecho creo que vas a una mercería y los parches o coderas es muy vintage. Es curioso estos elementos, el año pasado estaban de moda, es decir ya venían incorporados a la prenda, los comprabas así. Y las coderas, hoy en día, se llevan en los jerséis de marcas punteras. Lo único que veo que no se renueva son los babis, los botones se cosen y recosen. Están desparejados, y con ciertas manchas ya imborrables como tinta de rotuladores, y eso para mí tiene su encanto.

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En mi casa tengo una máxima sustituyo hasta que se rompe o desgarran las prendas. Pero si la prenda lleva manchas lo tomo en dos sentidos: 1) Estoy feliz que disfruten del patio, y que jueguen y se diviertan. 2) Los hago responsables de sus actos. Por ejemplo, si se han manchado comiendo, y ya no hay manera de sacar la mancha de tomate son responsables de su consecuencia al no haberse puesto el babero o la servilleta.

Es verdad que esta circunstancia también va por «neuronas espejo», es decir que repetimos según vemos para estar dentro del círculo de lo normal y lo aceptado. No queremos para nada estar fuera del círculo, ya no por nosotros sino por nuestros hijos. Hasta los mismos abuelos si ven que sus nietos están con los zapatos pelados, le dicen a su hija o hijo «cómprale otros zapatos al niño, a la niña» y bajo mano te dan 20 euros.

Yo he llegado a llevar ‘sietes, coderas, rodilleras de todos los tamaños y colores. Ropa de la hija de un tío de mi madre. De mis tías. Hasta los chalecos de mi padre de su juventud, o alguna blusa de mi madre, pero este último ejemplo «de mis padres» ya elegía yo, siempre me gustó llevar ropa con historia.