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Querer en exceso es malo. O incluso hacerlo de un modo acorde a lo que promueve San Valentín es malo. O alguna tontería así. Es el mensaje que quería transmitir alguna asociación de estas que está tan enfadada con el mundo que ve conspiraciones en cualquier parte y que vive del cuento. No sé ni dónde se hacía su charla, ni cuándo, porque desconecté por salud mental, tengo un cupo de tonterías al día y últimamente se llena rápido.

Existe una parte de la ‘zoociedad' que vive amargada con todo, cuestionando cualquier cosa, independientemente de si tienen razón o no. Si la tienen, bien, si no, se la inventan. Son los mismos y las mismas que apestan a superioridad moral delante de todos los temas. Son, un tanto por cien y un tonto por cien que viven y sobreviven más por hacer ruido que por la sensatez de lo que dicen.

A ver, a mí tampoco me cae demasiado bien San Valentín, la verdad, pero entiendo que haya gente que se requetequiera en estos días tan señalados y lo maquillen todo de un rosa pastelón que abruma. No soy muy fan del amor, ni de las muestras de amor en público, ni soy de los que regalan 12 rosas. La caja de bombones me la suelo comer solo. No considero que la sobredosis de purpurina y ‘brilli-brilli' que supuran en fechas como esta me afecte o me ‘psicoafecte' hasta el punto de hacerme más infeliz. Básicamente, el día me importa un pepino. O dos.

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Pero nos hemos vuelto tan odiosos que le vemos pegas a todo. Vemos fantasmas por afición y por convicción y, encima tenemos la necesidad de denunciarlo, más preocupados por imponer que por convencer. Si alguien quiere a otro alguien, y se respetan, que se quieran en la medida que consideren oportuno. Que ningún tercero o tercera se crea en posición de decidir en ese sentido.

Yo he querido y a mí me han querido, sin sentirme en ningún momento víctima de la presión social o de una sociedad que elige por mí, del mismo modo que he dejado de querer cuando menos lo he esperado.

El amor no es tóxico, en realidad es hermoso cuando se corresponde y está dentro de lo natural. Un amor obsesivo, desbordado o no correspondido, sí que puede volverse un problema. Pero querer, lo que viene siendo mayormente el hecho de preocuparte más por otra persona que por ti mismo, no es tóxico. A veces, incluso, no es más que una tontería pasajera.

Y a los que tienen por afición meterse con todo, les deseo que sean víctimas de un cruel rayo interestelar y multicolor lleno de purpurina de un unicornio del amor, o que les dé una indigestión de mariposas que revolotean en el estómago.