Denuncian los extremeños que la suya es la comunidad más olvidada de este país. Recrudecen esa opinión extendida en el tiempo por los habitantes de esta región de la España profunda cuando soportan la pésima conectividad ferroviaria después de ver como las promesas de los sucesivos gobiernos centrales continúan sin ejecutarse. Sufren trenes e infraestructuras del siglo pasado mientras otras comunidades, como la catalana, tienen el AVE en sus cuatro capitales de provincia, por ejemplo.
Los últimos casos se han dado esta semana y, especialmente en el comienzo del nuevo año. Entonces 160 pasajeros padecieron esa desastrosa obsolescencia con una doble avería entre Badajoz y Madrid. Entre traslados, cambios de tren, autobuses fletados y demás incomodidades llegaron a la capital con cuatro horas de retraso.
Ese despropósito continuo acentuado este pasado lunes con un descarrilamiento entre Madrid y Zafra les ha valido, sin embargo, una resonancia nacional que para nosotros la querríamos. La aventura de los pasajeros extremeños abrió la mayoría de espacios informativos de las cadenas nacionales el 1 de enero. Todos se hicieron eco del enésimo desaguisado porque llueve sobre mojado después de múltiples movilizaciones a las puertas del Ministerio de Fomento.
Guillermo Fernández Vara, presidente de la junta de Extremadura, ha «exigido» al gobierno que ponga fin a esta situación insostenible. Y uno tiene la sensación de que lo va a conseguir antes de que Pedro Sánchez convoque elecciones, dadas sus intenciones de permanecer en la Moncloa aún a costa de comprometer una y otra vez su palabra y aliarse con quien haga falta.
Llegados a este punto, ¿qué cara se nos queda a los residentes en Menorca que padecemos en temporada alta y baja retrasos, cancelaciones, abusos, incomodidades, e incrementos de precios en las conexiones aéreas de las que dependemos? Los episodios reiterados que suponen un menosprecio evidente para los isleños no trascienden más allá de quienes los padecemos. Parecen rutinarios. Así nos va.