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6-I-19 Domingo

Día de Reyes, pero menos: Inés acaba de descubrir la Verdad y creo, por su expresión compungida, que hubiera preferido no hacerlo. Abre paquetes pero intuyo cierta melancolía. Y no es para menos, es el primero de una cadena de engaños que la vida perpetra, pero pronto se repone y vuelve la alegría. Y por la tarde llega un roscón como estrambote del final de fiestas y comienzo del Período de Dietas y Grandes Propósitos. El susodicho roscón no existía en nuestro imaginario infantil, lo descubriría en Zaragoza nada más empezar la carrera universitaria y me llamó la atención que el siempre suspirado merengue, mi merengue, fuera sustituido por nata (¡están locos estos aragoneses!, me dije cual Obélix). Hoy día, el roscón, como casi todo, se ha internacionalizado en la aldea global. Ya tenemos Halloween y está al caer el Día de Acción de Gracias en medio de la ola neorreligiosa que se cierne sobre nosotros impulsada por los reconquistadores de extremo centro...

7-I-19 Lunes

Día aciago con el inquietante cambio personal de década. Paso página y me refugio en el cine: «El veredicto» sobre la novela de Ian McEwan «La ley del menor» que por una vez rompe la norma y supera a la propia obra literaria a la que recuerdo algo más esquemática... Y sin la portentosa Emma Thompson que afina la zozobra de la magistrada inglesa sometida al triple estrés de sus decisiones judiciales, la crisis de su matrimonio y su turbadora relación con el joven testigo de Jehová necesitado de unas transfusiones... Espléndida y reconfortante para el neo vejestorio.

8-I-19 Martes

Definitivamente enterrada la vorágine celebratoria y con dos kilos de más, vuelvo al rincón de pensar y empiezo a preocuparme por la salud de un amigo que me ha acompañado toda la vida, el sentido del humor, al que veo renqueante y cada vez más amenazado por censores de diverso tipo y pelaje. La ola de susceptibilidad que nos asuela amenaza por acabar de una vez por todas con la posibilidad (necesidad) de reírnos de las cosas por serias que nos parezcan (con más razón, aún). Y es que es, al igual que la poesía, el humor es subversivo por naturaleza.

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Según Charles Simic, poeta, crítico y escritor estadounidense, es difícil de imaginar una sociedad más horrible que aquella donde la risa y la poesía estén prohibidas, donde la insana enajenación de los ricos y poderosos, así como las hipocresías de los clérigos y los políticos pasen inadvertidas. Alguien añadió: «Cuando en la tierra los humanos planean su futuro, los dioses en los cielos ríen a carcajadas»... Pues eso.

9-I-19 Miércoles

Los tertulianos andan muy excitados con las exigencias de Vox para permitir formar gobierno en Andalucía. Escribe con tino Enric Juliana en «La Vanguardia» que los voxeros se están cobrando en publicidad su apoyo a la coalición PP/ C's. Es obvio que los reconquistadores saben que sus exigencias no van a prosperar; forman parte de la estrategia de contar mentiras y armar follón para ofrecerse luego como solución, tan cara a Trump y a su consejero áulico Steve Bannon, de maniobras en Europa. Será mejor irse acostumbrando a sus peligrosos juegos, dejar que los ritmos y protocolos democráticos les desbraven en el estrado hasta que vuelvan amansados a su escaño del Grupo Mixto a esperar su próximo turno de palabra. Es peligroso, pero más me lo parecen los llamados cordones sanitarios, además de dudosamente democráticos. Otra cosa son las alianzas que se puedan tejer. Que cada cual arrostre luego las consecuencias.

10-I-19 Jueves

Lucía Méndez en «El Mundo»: «Hay mujeres malas, incluso muy malas. Que pueden intentar manipular a los hijos contra el padre, joderle la vida a un hombre, o presentar denuncias falsas. Los jueces están para dirimir estos conflictos. También puede haber menores y ancianos maltratados o cuñados asesinos. Es decir, violencia en las familias. Pero no de género. Habrá que llamarla de otra manera. Pero mezclar realidades distintas no es hablar claro. Mezclarlo todo es aprovecharse de la tragedia de muchas mujeres para fines electorales».

Como dirían los políticos se puede decir más alto pero no más claro. Y es que la mercancía averiada que acaba de comprar Pablo Casado para quedar bien con los reconquistadores hacía tiempo que estaba en sus propios establos. Era y es cuña de su propio árbol y ya se sabe lo que dice el refrán...