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Ojo, contiene spoiler. Las cosas o son o no son. O existen o no existen. Si andas escaso de cariño, falto de motivación, aburrido con tu rutina habitual o corto de miras, puede que te dé por inventarte algo. Yo qué sé… Una tostadora con bluetooth, una linterna con wifi, una lavadora que se marea, un berreo muy tonto, muy tonto, muy tonto que se te va de las manos. Hay un sinfín de tonterías inventadas y otra lista igual de amplia que todavía están por inventar.

Cuando te inventas una cosa se abre ante ti un universo infinito en el que moldear tu inventiva a tu antojo sin nadie que te tosa ni un punto ni mucho menos una coma. El éxito de la milonga sucede cuando consigues que otra persona se lo crea, aunque quede como un tonto de capirote o tonta de capirota.

Sucedió con el tabaco que durante muchos años nos pareció el complemento ideal para parecer un guaperas, un malote o un chulangas. Y ahora nos viene matando a menor o mayor ritmo, reventándonos por fuera lo que ya nos ha reventado por dentro. Pasó con Papá Noel, una historia que analizada con detalle debería horrorizarnos –el mundo cuenta actualmente con un tanto por ciento tan elevado de chalados que lo de que te entren en casa mientras duermes debería inquietarnos-, pero que nos parece simpática y, agnóstico arriba, agnóstico abajo, ha tenido su éxito.

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Hace unos días, en el penúltimo festival de hostias alternativo de Cataluña, cuando un gran grupo de seres querían reventar el guateque organizado por Pedro Sánchez -¡cómo te gusta un viaje, chato!- a modo de comida de empresa, un Mosso le aseguró a un Agente Forestal que la República no existe.

Fue una reflexión cargada de lucidez. Un catalán, que seguramente debió creer en su momento en algo, pedía sutilmente a un compadre que dejara de dar por saco atacándole donde más les duele. Donde la mayoría ha visto mofa, yo veo derrota. El Mosso le soltó esa frase no en tono victorioso, sino en tono abatido, desilusionado porque ya son demasiados mamporros y situaciones incómodas. Creo que ese Mosso se levantó una noche y pilló a Torra, Puigdemont y compañía colocando los regalos debajo del árbol. ¿Entiendes?

El ya mítico “No existe, idiota” suena a lamento. «Date cuenta, querido compatriota, que nos han estado tomando el pelo y que ya van demasiadas hostias para nada, mientras ellos se frotan las manos», venía a decir.

Yo, al ‘idiota' y a sus colegas les alertaría de que se porten bien, ya que en unos días vienen los Reyes Magos, que todo lo ven y todo lo saben y todavía pueden venir cargados de carbón.