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Óscar fue un chico muy guapo en el Instituto. Tenía un cuerpo atlético y un rostro muy agraciado que despertaban admiración y envidia. Además era simpático, y sus notas no eran malas. Todos le imaginaban en un futuro como alguien que alcanzaría el éxito con mayúsculas y en letras de oro, y que la admiración que despertaba en el Instituto le iba a acompañar el resto de su vida. Sin embargo Óscar engordó y se le cayó el pelo, y laboralmente le fue regular. A pesar de tener una pareja estable, y un grupo de amigos de los buenos de verdad, Óscar siente una desazón vital, un picazón que le quema el estomago, porque no puede evitar sentirse como un perdedor.

Todos, queridos lectores, vivimos entre la realidad y nuestras expectativas, y las que pusieron en los hombres de Óscar fueron demasiado grandes y era muy fácil que decepcionara, y que por lo tanto se decepcionara a sí mismo. Que somos muchas veces, sino lo que los demás nos trasmiten que somos para ellos. Sin embargo, cuanto más cómodo deberíamos estar es cuando nadie espera nada de nosotros, si lo pensamos bien la situación mola. Cuando no se espera nada de nosotros no decepcionaremos a nadie, eso ya es mucho, y además, a poco que hagamos todo el mundo lo verá como un gran éxito: «quien iba a decir que Genaro se sacaría el carnet de conducir a la tercera, con lo negado que es para todo».

Por otro lado es curioso comprobar cómo podemos echar de menos lo que nunca hemos tenido, me explico después del punto. Si tenemos un exprimidor de naranjas la mar de chulo, que funciona con precisión, y dicho exprimidor nos lo roban, es normal que lo echemos de menos, (algunos pueden pensar, «vaya mierda de ejemplo que has puesto», y no les falta razón, pero en mi defensa diré que me gustan los ejemplos mundanos y sencillos, los muy profundos se los dejamos a los Coelho, Bucay y compañía). Pero que ocurre cuando echamos de menos un exprimidor que nunca tuvimos, una casa que nunca poseímos, un estatus de que nunca disfrutamos, una amor que nunca fue sentido, un país que nunca existió, un viaje que nunca fue recorrido, en definitiva, una vida que nunca tuvimos. Echar de menos lo que nunca se tuvo es el camino más directo a la frustración.

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A estas alturas del articulo ya se estarán diciendo, «vaya turra que nos está metiendo el miope este jueves, a que viene todo esto». Les diré que es una reflexión surgida en unos tiempos donde veo mucho nostálgico de lo que nunca fue. Mucho cenutrio interesado en reescribir historias, y la Historia, para idealizar, y después añorar, épocas pasadas que lejos de ser idílicas fueron una autentica pesadilla. Y junto con estos personajes amantes de lo añejo y del pasado, veo a otros ingenuos que siguen poniendo las expectativas muy altas en una clase dirigente, a nivel mundial, que lejos de arreglar absolutamente nada, lo que hacen es enfangarlo todo aun más. Y claro, la rabia y la frustración crecen y se multiplican como los panes y los peces del milagro.

Estoy seguro de que si hoy pudiéramos hablar con Óscar, cambiaría aquellos días de gloria estudiantil, con tal de quitarse esa picazón que le hace sentirse como un perdedor, cuando realmente no lo es. Pido disculpas, igual todo es una empanada mental fruto del efecto secundario de un Iboprufeno. Sea como fuere, moderar las expectativas nos ayudará a no sentirnos como Óscar. Feliz jueves, y no esperen muchas gangas en el Black Friday de mañana, se ahorrarán disgustos y un dinerito.

conderechoareplicamenorca@gmail.com