En el baúl de los recuerdos cabe cualquier objeto, cualquier detalle; una foto, un abanico bordado, un disco, una música, una canción... Están tocando nuestra canción, suelen decir algunos viejos enamorados: la canción que bailábamos o escuchábamos en nuestra juventud. De pronto nuestra memoria se traslada al tiempo en que sonaba esa melodía. «Lili Marleen» sería un caso típico, la canción con que lucharon alemanes y aliados durante la Segunda Guerra Mundial, popularizada por Marlene Dietrich, el estribillo que estaba en la cabeza, en la ilusión de los soldados de ambos lados. Incluso los voluntarios españoles de la División Azul cantaban una versión muy suya de «Lili Marleen» que afirmaba que cuando vuelva a España con mi división llenará de flores mi niña su balcón. Mientras escribo tengo a la vista un cuadro que lleva la fecha de su confección, 1974. Este cuadro lo vio mi madre, que decía que era como una caricatura muy acertada de mí mismo en mis años jóvenes. También lo vio mi hermana, que coincidía en decir que por lo menos no me había idealizado. Lo vio Josep Maria Llompart, que dijo que el cuadro tenía mucha personalidad. Y lo han visto mis hijos, y mis amigos. Yo me pregunto si sería posible meternos todos en el cuadro y reunirnos de nuevo, los presentes y los ausentes, los vivos y los muertos. Naturalmente que no es posible, pero la memoria sí lo hace, nos une en el tiempo y la distancia, en la juventud y en la vejez.
Les coses senzilles
El baúl de los recuerdos
22/10/18 0:39
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