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Si nos dicen Los Ángeles, a la mayoría de nosotros. nos vienen a la cabeza las letras blancas de Hollywood sobre el Monte Lee, nos vienen imágenes, mil veces vistas en cine y televisión, de las mansiones de Beverly Hills. Nos vienen las estrellas del paseo de la fama con el nombre de decenas de famosos. Nos pueden venir también las playas de Malibú, o de Santa Mónica, localización de cientos de películas, y porque no, la canción «Cadillac Solitario» de Loquillo, esa donde el cantante siempre quiso ir a L.A.

Si abrimos el foco a California, queridos lectores, todos pensamos en Las Vegas y sus icónicos casinos, o sus friki bodas con faldas a lo Mariyln y pelucas a lo Elvis. O la ciudad de San Francisco, con las famosas cuestas donde se han rodado muchas persecuciones de cine, o el famoso Golde Gate. Vamos, que cuando nos hablan de California parece que nos hablan del paraíso en la Tierra, de un enorme parque de atracciones donde todo el mundo es feliz y los sueños se hacen realidad, «America Dream», oh yeah.

Siento aguar la fiesta, pero si abrimos un poquitín más el foco, solo un poquito, vemos que California, la quinta economía mundial, tiene 7,5 millones de pobres, y esta realidad no la cambia Bruce Willis repartiendo puñetazos. Circulan por Internet unas imágenes en las que si no pusieran un pie de foto, todos pensaríamos que son de algún campo de refugiados en alguna zona del planeta en guerra, o de un país de los llamados del Tercer Mundo donde las personas se mueren de hambre. Tiendas de campaña, chabolas de plástico y cartón, mendigos pululando sin horizonte ni mañana, hogueras encendidos en bidones. Un 20 por ciento de los californianos son pobres, pero muy pobres, y son datos que publican el Centro Stanford de Pobreza y Desigualdad y el Instituto de Política Pública de California (PPIC) que incluye factores como el costo de la vivienda y subsidios sociales recibidos.

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Es decir, en el epicentro de la economía neoliberal, en pleno meollo donde son felices los del libre mercado a tope sin regulación alguna, en la zona donde el Estado pasa de tu culo si no te puedes pagar educación, sanidad o vivienda, como proclaman por estas tierras los voceros de la privatización, el decorado de cartón piedra se les derrumba, porque la desigualdad galopante se les está comiendo por los pies. Y un dato que ya nos suena, tener trabajo no te saca de la pobreza, muchos de los indigentes que viven en las calles de las ciudades californianas, tienen trabajos precarios mal remunerados que no les alcanza para pagar alquileres, ni luz, ni transporte, ni alimentarse dignamente. Currantes pobres, ¿muy triste?, pues ese es modelo que estamos copiando.

Para los que solo les afecta lo más cercano, porque su solidaridad no pasa de la acera de enfrente, que se apunten otro dato, aquí en nuestra Menorca, otro paraíso terrenal, más de 1.500 familias han solicitado el bono social eléctrico para abaratar un poco la factura de la luz que no pueden pagar, ¿pobreza energética en el Mediterráneo rico?, ¡oh sorpresa!

No nos leen, porque juegan en otras ligas, pero los tiburones del neoliberalismo seguramente nos dirían que el mercado se regula solo, y que si un pobre no se puede pagar la luz que compre velas, que así se mueve el mercado de la cera. Todo corazón, toda humanidad, como un Michel Douglas cualquiera haciendo pelis a lo Wall Street. Y con esta vuelta al cine ponemos el The End al artículo, no sin antes desearles, a pesar de todo, un feliz jueves.