Vuela bajo, no avisa con el clásico trompeteo de los chupa-sangre tradicionales y este verano ha sido protagonista de conversaciones: las estadísticas hablan de que el mosquito tigre ha duplicado su presencia en la Isla pero ahora ya todos nos parecen rayados y cualquier picor en las piernas nos parece un nuevo ataque. En 2015 llegó a Menorca, probablemente vía marítima, refugiado en los neumáticos de un vehículo, y ya fue recibido con grandes dosis de derrotismo por parte de responsables de medio ambiente, reconocían que su avance sería lento pero seguro y que llegaría a tener presencia en todo el territorio. Tres años después podemos decir que estaban en lo cierto. Pica de día y de noche, no da tregua, sus huevos son difíciles de detectar y lugares con vegetación urbana descuidada, con agua estancada y sombríos le gustan para criar. No lo tiene por tanto muy difícil, aunque los particulares vigilen sus estanques y jardines. Llama la atención que, al margen de concienciar a los ciudadanos de controlar jarrones, cubos, macetas y lugares húmedos no haya recomendaciones más explícitas de cómo acabar con él.
Vía libre
Batalla contra el mosquito
02/10/18 0:34
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