Todo empezó con el presunto máster de Cristina Cifuentes, la expresidenta de la Comunidad de Madrid, que abrió la caja de los truenos y ahora imagino que debe disfrutar con el bochornoso espectáculo que están dando otros políticos a cuenta de las titulaciones universitarias. Aunque tampoco ella fue la primera, si miramos hacia atrás, a los 80 y 90, el primer jeta de la democracia en inventarse el curriculum fue Luis Roldán, quien fuera director general de la Guardia Civil, más tarde fugado de la justicia, y que se presentaba como ingeniero industrial sin haber acabado el bachillerato. La sorpresa fue generalizada ante cómo alguien pudo sostener la trola y llegar a ocupar un alto cargo adornando aquí y allá sus logros académicos. Bastantes años después, lo de inflar titulaciones y conocimientos parece que se ha convertido en práctica habitual. Hay compra-venta de trabajos en internet, convalidaciones extraordinarias, ‘corta y pegas’ en tesis doctorales y chiringuitos en ciertas universidades que lo apañan todo. Mientras tanto estudiantes honrados, que se dejan las pestañas estudiando y documentándose, o peor aún, otros muchos que quisieran hacerlo pero no pueden pagarlo y nadie les da una beca, asisten atónitos al espectáculo. Creo que su enfado está más que justificado.
Vía libre
Creer tu propia mentira
18/09/18 0:59
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