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Tendrías que ver y vivir el jaleo del día de la Mare de Déu de Gràcia, desde lo alto del escenario. Te embriaga una mezcla de sensaciones y de emociones que hacen que todo pase volando. Ser regidor en tu ciudad es un honor, un privilegio y una responsabilidad. Está claro que en los días grandes de Mahón echas en falta poder dedicarte un poco más de tiempo a ti, a disfrutar con los amigos, pero también sientes que tienes la oportunidad de vivir los mismos momentos de siempre desde una posición privilegiada reservada a muy pocos. Y, para qué negarlo, todo se puede compaginar bien con unas buenas de sol durante es diumenge de Gràcia.

Para mí, las fiestas de Mahón son los mejores tres días del año. A la ciudad y a sus ciudadanos le entra un buen rollo en general que bien aderezado con su pomada y su cerveza lo deja todo en plan divertido. Nos gusten más o menos los caballos -me encantan- todo forma una simbiosis perfecta en la que -casi- nada sobra y nada falta, todo se compensa con un equilibrio magnífico que da lugar a tres días para exprimir y recordar.

Se me hace difícil quedarme con un momento preferido, aunque no te negaré que entonar el «Es Mahón» desde el Ayuntamiento en el pregón, dar alguna caña o salir a tirar una bota de vino son instantes que nunca podré olvidar ni agradecer lo suficiente. Pero farándula al margen, cuando madrugas el día 8 con la sensación de que no has ido a dormir y una resaca dulcemente amarga y ves como la ciudad se va desperezando para vivir su gran día, emociona. Se te eriza la piel.

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Te reconozco que no ha sido hasta mi paso por el Consistorio cuando he tenido que madrugar el día 8 para cumplir con los actos y con el protocolo. Y seguramente si no hubiese sido por las obligaciones del Ayuntamiento, todavía a día de hoy no sabría lo que es pasear por las calles de Mahón a esas horas intempestivas. Y menos, hacerlo vestido para la ocasión.

Puede que lo más fácil sea pensar que en estos días se hace especialmente duro ser, además de mahonés, regidor, pero la verdad es que resulta un orgullo y un privilegio. No porque vayas a cambiar el mundo ni nada parecido, sinó porque te permite tener un contacto más real con tu ciudad y sus tradiciones. Esas tradiciones de las que tan orgullosos estamos, aunque a alguno le dé por esconder según qué, y que nos han llevado al aquí y al ahora.

Y si hace falta bajar al jaleo con camisa, pantalón y zapatos de arreglar, se hace ni que sea para acariciar y agradecer a los caballos y a los jinetes su participación, su entrega y su participación en estos días. Porque es gracias a ellos que su ciudad disfruta de los días más grandes. Bones festes a tothom!