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Se han cumplido esta semana dos largos años desde que se produjera uno de los sucesos más trágicos ocurridos en Menorca en los últimos años como fue el asesinato a puñaladas de un hijo a su madre en el chalé familiar de Son Blanc, en Ciutadella.

La fase de instrucción del caso concluyó a principios de verano, el Ministerio Fiscal y el abogado del acusado ya han confeccionado sus escritos de acusación y defensa pero la fecha del juicio aún no ha sido señalada y podría demorarse, incluso, hasta el próximo año. A uno de los tribunales de la sección segunda de la Audiencia no le ha quedado más alternativa que prolongar este mismo mes la prisión preventiva del autor confeso de la muerte de su madre otros dos años más.

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El drama de esta acaudalada familia catalana, rota para siempre por el desastre de aquella madrugada del 27 de agosto de 2016, aún tiene un capítulo pendiente. Será así porque la celebración del juicio ante un jurado popular, tanto si hay acuerdo previo como si no, hará revivir a los afectados este pasaje nefasto de su vida que, seguro, tratan de sobrellevar como pueden. El hijo menor, adicto a la marihuana desde los 13 años, apuñaló decenas de veces a su madre, quien más había peleado para alejarle de su adicción, también lo intentó con su padre e hirió a su hermano.

La condena del autor, si continúa en prisión para cumplir los 31 años que solicita la fiscal o si obtiene la absolución que pide su abogado en base a un informe de esquizofrenia que conllevaría, probablemente, su internamiento en un psiquiátrico, supondrá otro revés para los suyos.

Transcurrido ya tanto tiempo la familia merece pasar página, atravesar por el mal trago de un juicio que será mediático, y saber a qué atenerse para reorganizar su futuro. El castigo, en este caso, es conjunto tanto para el autor como para sus más próximos y la justicia debería ser sensible a ello evitando este largo calvario.