La idea de llevar adelante un censo de la perdiz roja en Menorca, sin duda si se hace bien, me parece una excelente idea, claro que, una cosa es proponer semejante tarea y otra muy distinta ejecutarla. En cualquier caso, al ser Menorca una isla relativamente pequeña, el desafío ornítico parece mucho más viable que el que se está barajando de efectuar un censo de alectoris rufa a nivel nacional.
Aunque solo sea por satisfacer al curioso lector que me honra leyendo mis artículos, déjenme decirles que fue en el siglo XIII cuando el rey Sancho mandó por Real Orden, repoblar Balears con perdiz roja procedente de Valencia. Según algunos biólogos, zoólogos y ornitólogos, el aislamiento geográfico motivado por su insularidad, ha podido dar lugar en Menorca una variedad de perdiz roja estable.
Dicho esto, lo que me interesa en este momento no es tratar esa posibilidad morfológica, si no el hecho novedoso de llevar a buen fin un censo de perdices en Menorca.
No voy a dar consejos de cómo deben actuar los que se encarguen de esta tarea, me limitaré a señalar como lo haría yo. Primero, dividir la Isla en cuarteles geográficos, estudiando la botánica de tipo mediterráneo y la cobertura vegetal del herbazal, señalando los ecosistemas más querenciosos. Por ejemplo, una tanca de alfalfa o una huerta no son lugares para ponerse a contar perdices, porque las que pueda haber en esos biotopos serán siempre circunstanciales, máxime en una huerta donde el biotopo es constante. Las tierras de producción cerealista en la vecindad de alguna zona arbustiva de carácter mediterráneo serán las zonas más querenciosas, pero todo eso apenas llegaría a ser un mero esbozo de lo que requiere un trabajo de unas matemáticas finales inestables por naturaleza, como las que resultan de ponerse a contar perdices en el campo. En mi opinión es de gran importancia contar con la federación de caza, las sociedades de cazadores isleñas. En definitiva hablar con los cazadores, con la guardería rural; muy importante los cazadores con perdigot, y casi por encima de todo esto, la conversación mantenida con los payeses, que conocen como nadie la fauna ornítica de su lloc. Será de mucha ayuda sobre todo en el ordenamiento de ese tipo de estudio, levantar un plano de la Isla, enumerando todos los llocs donde ir anotando en cada uno de ellos las perdices censadas. Al final se puede lograr un censo estimativo, por lo menor aproximado, y que sin duda puede ser muy útil a la hora de organizar con criterio las jornadas de caza venideras.
Metido en este interesante asunto, no quiero dejar de decir que no conviene sacar conclusiones futuristas sobre lo que pasaría si por ejemplo en una zona concreta se dejara de cazar durante años. Ya se lo digo yo, sin duda si la perdiz no tiene presión cinegética ni tampoco depredación natural, la población de perdiz aumentará exponencialmente pero solo hasta un extremo, en el que llegando a él, será la propia población de perdiz la que se autorregule. Que nadie piense que por dejar de cazar una zona las perdices iban a estar «como piojos en costura» por el hecho equivocado de dejar de cazar.
Conozco Santa Cruz de Mudela, sin duda, la zona con el censo de perdiz más elevado de España, sin embargo, también tienen un límite. Tengo en mi biblioteca el voluminoso y erudito libro «Caza y Poder-Encomienda de Mudela 1882-1974», donde cazaron desde Alfonso XII, Alfonso XIII, Franco al rey Juan Carlos. En algunos ojeos, eran verdaderas barbaridades el cómputo de aves abatidas, tanto que la numerosa y bien preparada guardería, procuraba restringir las cacerías para que el censo se mantuviera y poder dar prestigiosos ojeos. Pero aun así, la perdiz no aumentaba más allá que las que puede mantener una hectárea, es decir, que nunca tendrá más de las que la zona pueda tener en una población bien alimentada y sana.