Hay que aceptarlo cuando antes para no frustrarnos una y otra vez. Hay más personas jodidas y cabreadas por la eliminación de la selección en el Mundial, que por la penúltima subida del precio de los carburantes, de la electricidad, o de los alquileres. Se ha movilizado más gente protestando públicamente por las cantadas del portero David de Gea, que por el trato que se les dan a los inmigrantes dejándoles morir en medio del mar. También en nuestra Menorca se dedican más comentarios en las redes a los fallos de tal o cual jugador, que al caos que seguimos sufriendo con el transporte aéreo. «Semos asín», que decían los yonquis de mi barrio.
ES VERANO y hace un calorcillo plomizo y pegajoso que ralentiza las conexiones neuronales de forma significativa, así que no se trata de ponernos especialmente profundos, está bien pasar el rato sin la más mínima pretensión de cambiar el mundo, es lícito y necesario. Sin embargo, entrar con una pasión descontrolada a discusiones chorras, en temas que no van más allá de un entretenimiento, como si nuestra aportación fuera a cambiar el sentido de rotación de la Tierra, es un poco excesivo en nuestro camino del embrutecimiento.
Porque como sigamos ese sendero, hasta los robots nos ganaran en capacidad crítica y en la indispensable, para avanzar, disidencia. Y no es una exageración fruto de la raíz andaluza que me dio mi madre, la Luisa. El doctor en Nanotecnología, ingeniero en Electrónica y experto en Computación, Sergi Santos, ha creado un prototipo de robot sexual, Samantha, que puede negarse a tener sexo con sus dueños si detecta actitudes poco éticas o denigrantes. Es decir, que dichos robots podrá decir 'no' en determinadas ocasiones.
Esperemos que para entonces ya se hayan jubilado los jueces marichulos como los que han decido soltar a La Manada, la justicia patriarcal no es justicia, y estos carcamales con toga condenaría todo lo que les sonase femenino y absolverían al que desprenda testosterona, sin distinguir cables de neuronas.
Es flipante, hasta un robot con inteligencia artificial, podrá detectar situaciones de falta de ética, y los humanos, con inteligencia ¿natural?, cada vez estamos mas callados y dóciles en lo importante, y nos comportamos como borregos exaltados en lo superfluo. Quizás porque los robots son fruto de la ciencia y los humanos aún arrastramos el peso enorme de las religiones. La ciencia no necesita que creamos en ella, los antibióticos curan las infecciones independientemente de nuestra fe, en cambio las religiones necesitan de la ingenuidad y la fe ciega de sus seguidores para ver algún resultado.
ALGUNA PUERTA se abre al futuro desde la fría Islandia, según una encuesta el cien por cien de los islandeses menores de 25 años se declara ateo. Han leído bien queridos lectores, ningún joven de Islandia cree que la Tierra la hizo Dios, que te esperan vírgenes en el paraíso, que Odín compartirá un banquete sin fin contigo, que la Torá contiene todas las verdades verdaderas, o que la cienciología ha hecho a Tom Cruise más inteligente. Bien por ellos, se quitaron la mochila de los siglos oscuros.
El caso es que hace unos días un avión que salía de Menorca rumbo Zaragoza, tardó 17 horas en llevar a los pasajeros a su destino, tiempo suficiente para haber pasado por Sidney a comprar unos imanes de canguro para la nevera. Y eso, y aunque fuera solo eso, tendría que mosquearnos más que cualquier penalti fallado. Cervecita bien tirada y feliz jueves.
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