El mejor regalo es que tus hijos mejoren la sombra que como padres proyectamos. El otro día una padre orgulloso -de dilatada carrera profesional en los medios de comunicación-, me pasaba un link con el nuevo tema musical de su hijo conocido profesionalmente como Stereo Coque, el tema «Love on the Line».
Cuando nuestros hijos hacen cosas con sus propios méritos es para enorgullecerse. Aunque sea lo más pequeño, como sus primeros pasos, sus primeros dibujos, la escritura de su nombre por vez primera, sus primeras sumas... hasta ser testigos de sus primeros proyectos, sus primeros trabajos.
Es una satisfacción saber que además de haberles dado vida, siguen pasos seguros a su crecimiento personal y profesional. Y si lo hacen con ánimo, ilusión eso es lo más maravilloso y gratificante que les puede ocurrir. Pero para eso los padres han debido estar detrás de los hijos guiando sus pasos, y sobre todo y lo más fundamental les han dado algo que solo ellos pueden dar amor, atención, dedicación. Han cuidado lo emocional lo más importante, todo lo demás va tomando su forma y va haciendo su curso. Pero para que un adolescente se adentre en un mundo de hombres -como hizo Mowgli dejando atrás a su familia adoptiva Baloo, Bagheera, y la manada de lobos-, es tener unos lazos fuertes emocionalmente con su familia, con sus referentes como puede ser su madre, padre, hermanos, abuelos, tíos. Esos lazos de amor harán que el pequeño «niño salvaje» se vaya vistiendo de seguridad e independencia, y entre solo y con aplomo en un mundo de adultos.
Los hijos son como el hueso del aguacate. Me comí hace unos meses un jugoso, y nutritivo aguacate en Valencia. Me pirró tanto aquel fruto que decidí seguir acompañándolo en su crecimiento. Ya en Menorca, le puse cuatro palillos que lo sostienen (mi amor, mi observación, mi escucha, mi atención) en el borde de una vaso translúcido lleno de agua. Cada semana me asomo para ver como evoluciona. Le cambio el agua cada 2 o 3 días, y pasados casi dos meses ya tiene su raíz y brotó la primera yema de planta de aguacate. Durante estos días he educado mi paciencia, imprescindible este nombre para el amor, para la educación. Este huesito de aguacate me hace sentir bien, como lo hacen mis hijos al verlos crecer. Una pequeña semilla, que se va abriendo paso en el núcleo duro de sus paredes y se asoma al exterior, como los hijos que se van abriendo en el canal del parto hacia un mundo de adultos. Que nosotros, los padres sembramos y después vemos en nuestros hijos sus logros, aquellos más pequeños y los que se han conseguido a base de caídas que han resuelto levantándose otra vez, y esos satisfacen más.
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