La crisis no es cosa pasada, lo sabemos porque los sueldos y los buenos empleos siguen sin recuperarse y por otros indicadores muy elocuentes como el último dato disponible sobre las renuncias a herencias. Ser heredero parecía desde siempre un sinónimo de fortuna hasta que entraron en juego las hipotecas si no 'a la japonesa', sí muy parecidas, es decir, aquellas que pasan de una a otra generación porque una vida entera no nos da para pagarlas.
Como lo que se hereda ya no es una propiedad libre de cargas o con una deuda asumible, son muchos los que tienen que renunciar, con la consecuente pérdida de todo ese esfuerzo que sus ascendientes seguro realizaron. Las renuncias a aceptar una herencia se han triplicado en la última década y Balears ocupan un lugar destacado en el ránking estatal. Mientras que en 2007, de las 7.478 herencias que se dieron en las Islas solo 335 ciudadanos decidieron firmar una renuncia, durante el primer semestre de 2017 esa cifra ya era el doble, 868 de un total de 4.906 herencias. Una situación abonada por la burbuja inmobiliaria de años anteriores que se agrava por las cargas fiscales a la que están sometidas las herencias, que varían según la Comunidad Autónoma, hecho totalmente injusto y que acrecenta las desigualdades territoriales.
Un problema que en Menorca ahora se ve aliviado porque hay otra salida: el reconocimiento a la opción de las herencias en vida. En primer lugar permite gestionar tu patrimonio y cómo quieres que se reparta, y en segundo, rebaja los impuestos a pagar del 7 al 1 por ciento (en operaciones de hasta los 700.000 euros) al pasar de tributar como donación a hacerlo como sucesión. Aunque en una decisión de este calado influyen tantos factores como situaciones familiares hay, está claro que este nuevo marco normativo era necesario. Lo fundamental sigue siendo cerciorarse de si lo que heredas es realmente tuyo o también del banco.