Hace ya más de dos décadas, un trocito bueno de vida, fui a una reunión de copropietarios de un pozo. Entre chuletitas y cervezas se habló de cómo mantener el pozo limpio y no sobreexplotarlo para que todos tomaran conciencia de la importancia del agua en una isla como Menorca. Tomó la palabra un payés, siento no recordar su nombre, y dijo algo que se me quedo grabado: «No hemos heredado el pozo de nuestros padres, lo hemos tomado prestados de nuestros hijos».
Parece que la frase, con alguna modificación, pertenece algún antiguo proverbio indio, otros la atribuyen al pueblo masái, el caso es que yo la escuché por primera vez de aquel payés menorquín y la hice extensiva a la Isla entera. Lo entiendo, como una manera de amar nuestra Isla, y cuidarla como privilegiados a los que se les ha dado la oportunidad de vivir en ella, y por lo tanto estamos obligados a dejarla aún más bonita de cómo estaba cuando la vimos por primera vez. Suena ñoño que te cagas, lo sé, pero con tanto vocero soltando bilis, se agradece un poco de azúcar salida directamente del corazón.
EL CASO ES QUE ME PREOCUPA que nuestra bella roca tenga los días contados. Me explico, el domingo pasado este mismo diario publicó que una sola persona ha comprado el 1.5 por ciento de la Isla. Al parecer el doctor Víctor Madera, que se ha forrado en el negocio de la sanidad privada, un poco feo eso de hacer pasta con la salud de las personas, pero mientras sea legal es lo que hay, ha adquirido, en menos tiempo del que tarda Cifuentes en apañarse un máster, seis llocs que suman 1.100 hectáreas, como diría mi primo Joaquín de Sevilla, se va a jartar de tierra.
Todo muy legal, todo muy conforme al libre mercado, todo muy aséptico siguiendo las leyes de la oferta y la demanda, todo muy de capitalismo amable, todo muy de admirar por parte de los adoradores del dios dinero, pero que quieren qué les diga queridos lectores, me huele mal, pero que muy mal. Y me temo que a medio largo plazo el hecho de que alguien tenga un pedazo tan grande de Menorca para él solo, no traerá nada bueno. Igual me equivoco, pero imagino que el propietario no ha gastado pasta gansa por el amor que le tiene a Menorca y con el fin de conservarla para la humanidad. Seguramente le querrá sacar un rédito a la inversión y depende como lo haga, pueden empezar los problemas.
No sostendremos que «la propiedad es el robo» como lo hacia el filosofo anarquista Proudhon, personaje altamente contradictorio por otra parte, ni tampoco diremos aquello tan utópico de Rousseau de que «el hombre corrió hacia sus cadenas creyendo encontrar la libertad», aunque debemos reconocer que el principio de la desigualdad está en la propiedad privada. Tranquilos los conservadores, y los reaccionarios, que no propondremos ahora sistemas que tampoco han funcionado nada bien. Pero admitamos que esta distribución de la riqueza, tan salvajemente desigual, no augura nada bueno.
En plena Semana Santa le voy a pedir a los creyentes que recen a sus santos para que 99 millonarios no tengan la misma idea que el doctor forrado, y Menorca entera pase a ser propiedad privada donde se prohiba el paso. O aún peor, que le ocurra lo que a mi Atlético de Madrid, que se tendrá que comer durante años el nombre de Wanda en su estadio aunque el chino arruinado ya haya dejado el club, y le pongan a la Isla el nombre de algún patrocinador como Iboprufeno Minorca Island, no descartemos nada. Feliz jueves, disfruten, cada cual a su manera, de estos días.
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