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Con la confianza que da casi medio año yendo y viniendo por Europa, Carles Puigdemont ha caído víctima de esa confianza, cuando venía de Finlandia. Su coche debía llevar seguramente una baliza o un artilugio parecido conocido como chicharra que permite su seguimiento a tanta distancia que ni el más avisado sospecha que es seguido. Su miedo a ser detenido no le ha salvado de serlo y además astutamente en Alemania, cuyas leyes en esos asuntos de lo que le acusa el código penal español, si cabe son aún más duras, llegando de los 10 años de prisión a cárcel para toda la vida.

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Este pobre hombre en sus múltiples equivocaciones llegó a pensar que era alguien en Europa y en Alemania por ejemplo, solo es un prófugo de la justicia española, además por asuntos de la máxima gravedad. En sus equivocaciones, como tantos de su entorno, llegó a creer que el procés era Catalunya y en puridad, no representa ni a la mitad.

Dicen que su movimiento es pacifista. Ayer 25 de marzo 2018, en las manifestaciones llevadas a cabo, hubo 86 heridos y 6 detenidos y entre ellos, curiosamente, un mosso fuera de servicio que por lo visto no teniendo cosa mejor que hacer, se dedicó a tirar pedradas a los mossos, o sea, un pacifista que ni siquiera su condición policial le impedía ser agresivo.