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Leo que la publicidad engañosa suele realizar afirmaciones exageradas o falsas acerca del producto anunciado. Por ejemplo, ciertas zapatillas que supuestamente ayudaban a quemar calorías al usuario, y en realidad se descubrió que no hacían nada, pero además aumentaban el peligro de lesiones. O cierta marca de carne sazonada que no se sazonaba en absoluto. O un producto para desarrollar cierta parte del cuerpo masculino que resultó un fraude y hubo que pagar millones de dólares a los 'desmedrados' –y decepcionados- clientes. Dicen que la mayoría de casos de publicidad engañosa están relacionados con la salud, los alimentos, la pérdida de peso o los productos de belleza. Otro ejemplo: veo por ahí un anuncio del que no he pasado de los titulares, pero que me parece un engaño flagrante, porque asegura que le va a salir una mata de pelo en cuestión de horas a un señor perfectamente calvo. Sin embargo mi tía me dijo una vez que le había comprado a su yerno todos los productos del mercado y no había conseguido que le saliera un solo pelo.

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Claro, quién no querría volver lucir una espléndida melena, con los rizos perdidos, los rizos brillantes de la pubertad, como si el tiempo pudiera rebobinarse como en una película. A mi suegro le cortaron una vez la barba, que llevaba muy larga. Quiso que se lo hicieran sus hijas, que luego pasaron la película al revés y resulta que la barba se la iban pegando, en lugar de lo que dice el adagio: «Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar». Pero está visto que la vida no es una película.

Yo no creo que me quedara con la cara tan triste como el joven de otro anuncio, que asegura que está viviendo el día más emocionante de su vida, que ha venido todo el pueblo a homenajearle, y su gozo cae en un pozo porque su amigo le dice por teléfono que se está tomando una cervecita fresquita mientras ve el partido. Pero es que además el otro dice: «¡Cómo entra!». Lo que bien mirado parece una clara alusión erótica. Y no creo que se trate de figuraciones mías, porque en otra versión del mismo anuncio el beneficiario de la gratificante bebida dice: «Se me queda pegado hasta el dedito». No me digan que lo del dedito no tiene miga. Yo no soy muy bebedor de cerveza, pero el dedito no se me queda pegado fácilmente, y tampoco «me entra», que digamos, con tanta alegría. Lo que pasa es que el sol sale para todos, y que en una sociedad de consumo todos tenemos que comprar para luego vender; es decir para vivir.