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Vuelvo hoy a estas citas a ciegas y empiezo por sumarme a la huelga general del 8 de marzo de 2018, que aspira a ser una protesta histórica mundial, porque 'el problema' de la mujer es ya un problema global de mujeres. Simone de Beauvoir decía en el siglo pasado que «el problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres». Hemos dado un paso.

En España, es la primera vez que se organiza una huelga de mujeres de 24 horas, y no es solo laboral, sino que lo es también de cuidados, de labores domésticas, estudiantil y de consumo: el mismo consumo que convierte a la mujer en reclamo/objeto publicitario y que aplica, por ejemplo, un IVA a los productos de higiene femenina como si no fueran de primera necesidad. Tratar de no consumir ese día es una forma de materializar la protesta en euros, que es el lenguaje que mejor domina este sistema.

Otro hito del Día Internacional de la Mujer es que aquí la huelga no ha sido organizada por los sindicatos, sino que está convocada por diferentes organizaciones feministas en la Comisión 8M. La mayoría de sindicatos, eso sí, han apoyado la huelga (parcial de dos horas, UGT y CCOO y de 24 horas, CNT, CGT, Intersindical y Cobas); igual que ciertos partidos políticos: Podemos e Izquierda Unida apoyan la huelga de 24 horas; PSOE, el paro parcial, mientras que no lo hacen Ciudadanos ni el Partido Popular que aún nos gobierna: no les debe interesar un país más igualitario y libre de violencias machistas. «No nos metamos en eso», se dirán a media voz los encorbatados. Olvidan que «eso» es la mitad de la población.

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Esta huelga se propone visibilizar que sin el trabajo femenino, remunerado o no, el mundo se detiene. El objetivo son las medidas políticas concretas, con Islandia como uno de los referentes posibles: en 1975, el noventa por ciento de la población femenina islandesa paralizó el país y fue el inicio de una serie de reformas legislativas y sociales que han ido cuajando en una ley de igualdad efectiva de oportunidades o en la reciente prohibición de la brecha salarial. Por eso, aunque como toda huelga general está dirigida tanto a hombres como a mujeres, está enfocada a que la secunden las mujeres, a que se vea el hueco que dejamos. Los que quieran participar pueden también apoyar de otras maneras, facilitando este derecho a las compañeras de trabajo, uniéndose a la huelga de consumo, participando en las manifestaciones —en Menorca se celebrará en Maó el día 8 a las 19 horas, desde la plaza Esplanada, entre otras tantas convocatorias de esta semana— o, en el caso doméstico, que sean ellos quienes se encarguen (para muchos, una excepción) de las tareas, cuidados y/o hijos durante la jornada. La sociedad solo cambiará con el ejemplo y el primer paso es la educación de los más pequeños con modelos realmente igualitarios.

2 En el mundo de la cultura también se ha empezado a hablar en serio (algunos siguen tomándolo a risa) de la presencia y remuneración desigual de mujeres y movimientos con efecto dominó como el Me too (Yo también), han logrado destapar de forma masiva el acoso sexual al que todas nos hemos visto sometidas en distintas etapas de nuestra vida. El hecho de que mujeres mediáticas alcen la voz no hace que la protesta sea nueva, pero sí aumenta la visibilidad de esta lacra que tiene manchada de sangre la punta del iceberg, con los constantes asesinatos machistas. Esa visibilidad es buena siempre que no transforme el asunto en una moda, porque ya sabemos lo que hace este sistema con las modas: las traduce en pasajeras. Las periodistas y comunicadoras nos hemos sumado a la huelga en un manifiesto en el que se exige, entre otras reivindicaciones, transparencia salarial, promociones a puestos intermedios de más mujeres o el fin del acoso. ¿Por qué, por ejemplo, cuando una mujer opina en el discurso público se la desacredita por fea, amargada, gorda, flaca, puritana y/o puta y otros insultos que atañen a su físico o a su sexualidad y no a sus argumentos? En cambio, cuando se trata de un opinador, las reacciones nunca apuntan hacia la barriga cervecera, la papada, las bolsas de los ojos, la calva o la presunta medida insignificante del pene del susodicho.

Tenemos que quitarnos tantas capas de costra patriarcal que esta huelga puede ser una buena sacudida hacia esa igualdad en la que el movimiento feminista ya trabajó durante anteriores olas/décadas para que hoy las mujeres podamos votar, estudiar, trabajar, tener nuestras propias cuentas corrientes, ejercer nuestra libertad reproductiva o divorciarnos y que sigue trabajando para que la convivencia sea cada vez más justa. Ahora que por fin es también un problema de mujeres, este salto evolutivo que tenemos pendiente se propaga a la velocidad de las redes sociales y por eso, aunque todavía está lejos, cada vez estamos más cerca.