Algunos escritos e ideas son más valorados por quién lo dice que por lo que dicen. Es el caso del escrito sobre las navetas de Rafal Rubí, donde dos firmantes figuran entre mis más respetados expertos y los otros cuatro participan a beneficio de inventario y más que fuerza despiertan recelos.
El manifiesto aparece aparentemente de forma espontánea y en un momento oportuno, a tiempo de cambiar el rumbo de las cosas, se presenta como una alerta científica, de salvaguarda del patrimonio, de sensibilidad con el arte, que en Menorca tiene esencia en la piedra. Pone en riesgo la Menorca Talayótica, que aspira a ser patrimonio de la humanidad, que la Unesco ha tumbado ya una vez y a la que seguimos aspiranto sin haber valorado detenidamente si vale la pena. Era una excusa excelente para la participación ciudadana que tanto se vendía en este mandato y se dejó la decisión, como siempre, en manos de políticos y expertos, bendito binomio. Damos por hecho que proyectará Menorca en el mundo y cambiará el turismo de masas por el refinado, culto y potente turismo cultural. Y nos lo creemos, algo así como ha ocurrido en Eivissa desde que Dalt Vila fue declarada Patrimonio de la Humanidad.
El toque de atención arqueológico ha llegado de la mano de otras noticias sobre la carretera con su imagen de ruina propia de una obra dejada a medias, en el momento de tomar decisiones porque solo queda un año para pasar cuentas y, si se opta por tirar abajo lo que fueron rotondas y hoy son simplementes puentes o enlaces, hay que vestir la decisión de legitimidad. Reaparecen protestas en camiseta y surgen los científicos que no se habían enterado del impacto visual para unos monumentos que, probablemente, la mitad de la población ni sabía que existían ni los ha visitado nunca. Cabe la posibilidad de una coincidencia casual, pero en política nada es inocente.