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El diccionario define 'fulano' como una palabra que se usa para designar a cualquier persona cuyo nombre se desconoce o no interesa precisar. Parece ser que el origen de 'fulano' y 'mengano' es árabe, lengua en la que 'fulano' procede de fulán y significa 'tal', y 'mengano' viene de man kan y significa 'quien sea'. Ya ven que nuestro país tiene profundas raíces árabes, tanto que las Balears estaban ocupadas por reinos moros antes de que los conquistaran los reyes catalanes, Jaume I en Mallorca y Alfons III en Menorca. Pero en España y en algunos lugares de América 'fulana' equivale también a prostituta. Es algo parecido a lo que pasa con muchos apelativos que en masculino son la mar de dignos y en femenino terriblemente indignos, como por ejemplo 'hombre público' frente a 'mujer pública'. Por eso, para distinguir de fulana, suele usarse 'fulanita'. Existe además la palabra 'zutano', cuyo origen es menos claro, y aunque tiene el mismo significado suele usarse después de fulano y mengano, para añadir más personajes desconocidos o inciertos a la lista, lo mismo que 'perengano' o fulano de tal que todavía prolongan la enumeración de personajes dudosos. En ese sentido, si no le interesaba precisar, Miguel de Cervantes podría haber escrito en el Quijote: «En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un fulano de los de lanza en astillero etc.». Claro que si lo hubiera escrito en catalán habría podido poner: «No fa gaire que hi vivia un dallonses dels de llança en rasteller etc.». Pero el DCVB también acepta fulano y hasta fulà, de donde se deduce que los extremos se tocan.

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La cosa ahora está que arde, porque algunos dicen que un fulano procedente de Bruselas, acompañado por fulanita, menganita, zutano y mengano y a lo mejor hasta por perengano y sus secuaces que están en la cárcel reclaman el derecho a presidir una institución ancestral de cuyo nombre no quiero acordarme que se halla en un lugar situado al nordeste de la Península Ibérica que algunos llaman Principado y otros prefieren relegar al archivo de países anónimos con los agravios comparativos de las dallonses autónomas que se empeñan en amenazar la inveterada unidad de España y o hacemos tabla rasa o suma y sigue. Lo malo es que algunos confunden «suma y sigue» con Simón Seguí, con lo que todavía lo tenemos más liado, y el cielo –como el suelo— está enladrillado y el desenladrillador que lo desenladrille buen desenladrillador será.