La natalidad alcanzó el año pasado la cifra más baja en muchos años. Es una las noticias publicadas en los últimos días y va mucho más lejos del mero dato estadístico. No llama la atención porque vivimos en una sociedad que ha delegado en los llegados de otras partes del mundo esa función de reponer individuos, la familia como elemento celular de la estructura social también ha entrado en transformación, los objetivos de muchos jóvenes de vivir libres de engorros y, sobre todo, la precariedad de los empleos y los sueldos son algunas de las variables que explican de ese vamos a menos demográfico.
En el periodo de unos días la noticia ha coincidido con otras del PTI, todas naturalmente en la misma dirección y con el marchamo de limitación a los fondeos y amarres, por una parte, y a las viviendas vacacionales y al alquiler turístico por otro. Ya aventura, por si alguien se hacía ilusiones, que, salvo los acebuches, a los que no se les pone limitación alguna, el resto de previsiones irá en la línea del decrecimiento. Otro elemento noticioso ha sido el anuncio de cargar con más de un centenar de empleados la administración insular.
Con menos frecuencia se publica el número de jóvenes menorquines que han salido a estudiar en la Universidad y no regresan, una realidad compartida por muchas familias. Menorca ha dejado de ofrecer oportunidades al talento, solo aquellos que se han preparado para dar clase y dominan un buen catalán hallan alguna expectativa laboral.
Entretanto, como hay que comer, el turismo ayuda. Cinco mil camareros fueron contratados en verano de hace dos años, el empleo que más demanda registra cada temporada. Es el modelo Menorca, que el nuevo PTI y, sobre todo quienes le inspiran, apuntala. A ver si al menos su gestión no nos cuesta otros 30 millones.