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7-1-18

Año nuevo, aniversario propio, nuevos propósitos, ¿nuevos? Aparte los consabidos de seguir jugando al tenis y conseguir entender series televisivas en versión original sin subtítulos, me voy a empeñar en hablar menos y escuchar más, leer más y sobre todo, lo más difícil para quien pergeña artículos desde los catorce años, escribir menos para no repetirme tanto, cansar menos y, ¡oh Maquiavelo!, perdurar. A veces uno tiene la sensación de que lo ha dicho ya todo y que ya es suficiente con notas a pie de página, pero el vicio te domina...

8-1-18

Día melancólico por excelencia, mucho más deprimente que el publicitado Blue Monday, el tercer lunes de enero. Me siento en el ordenador para escribir sobre claves políticas de la era trumpiana (esperemos que sea especialmente breve) pero mi cabeza se va inopinadamente por otro lado, ¿cómo controlar los zigzagueos neuronales cuando uno va dejando atrás la adolescencia de la vejez?, ¿por qué surgen melancólicas imágenes de una ciudad viva y burbujeante en que todo transcurría en el Carrer Nou y Sa Ravaleta, ¿por qué aparecen en el teclado en Polaina, en José María es policía, en Jaume Seu, na Trote, o en Llorenç de sa Plaça?... «Estamos viviendo un proceso de gentrificación en las ciudades y también en las emociones, una homogeneización progresiva que produce un efecto de blanqueamiento e insensibilización» escribe Olivia Laing en su reciente ensayo «Ciudad solitaria», ¿será eso?

Y es que he ido a dar un garbeo por el centro de mi ciudad natal y el paisaje me ha resultado desolador sin los pequeños comercios de toda la vida, con tan poca gente y pocos rostros conocidos y tanta franquicia, intercambiables unas con otras. He empezado por echar de menos el paisaje y he terminado por añorar el paisanaje incluso el más exótico, aquellos personajes peculiares de mi niñez que desfilan hoy por mi memoria, configurando la urdimbre de un paisaje que se va escabullendo entre los dedos. La infancia sigue siendo la única patria y cada vez, ¡ay!, con un rastro más difuminado...

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De En Polaina apenas recuerdo que repetía una otra vez, cada vez más indignado ante las provocaciones, que el hombre jamás llegaría a la luna; de José María es policía recuerdo sus pesarosos andares y su férreo convencimiento de unas imaginarias gestas policiales suyas que nos permitían a los demás vivir tranquilos y seguros; de na Trote, quien al contrario del renqueante José María, trotaba o galopaba sin rumbo aparente por las calles de la ciudad; de en Llorenç de sa Plaça, orondo y feliz en sus dominios del mercado central. Y sobre todos ellos la sedente figura de Jaume Seu con quien discutía de fútbol (él, unionista acérrimo, y yo blaugrana del Menorca, siempre blaugrana) y al que solía acompañar algunos días a su casa, jadeando profusamente (no era tarea fácil sostenerle, pero me hacía sentir bien).

15-1-18

Amplio repaso a la prensa digital: Trump, Trum, Trump. ¡Señor, Señor, aparta de nosotros este cáliz!... Antes de que nos explote en la cara. Y el Asunto, cada vez más esperpéntico e indescifrable con un expresident fantasmagórico vagando por las brumas bruselenses, otros posibles en la sombra, la emergencia de la no menos fantasmal Tabarnia...

Pero hay un nuevo foco de atención y es la sacudida sísmica en la derecha española ante la eclosión del factor Arrimadas. ¿Estamos ante el principio del fin del rajoyismo? De Ciudadanos no me gusta su marcada alergia a todo lo que huela a catalanismo por moderado que sea, pero en el sector de centroderecha dominante en España puede significar una bocanada de aire fresco después de tanta negligente inhibición y una corrupción que no cesa. Y Rivera por lo menos cuida el idioma, castellano por supuesto, algo es algo después de que «sea el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde» en los dominios de los «muy españoles y mucho españoles»...

17-1-18

Fiesta nacional, allà va, y allá nos vamos, a celebrarlo gastronómicamente con nuestros amigos ciutadellencs. Lejos de perorar sobre quiénes somos y adónde vamos, terreno inhóspito en el que chapotean partidarios acérrimos del procés y defensores no menos numantinos de la sagrada unidad patria, tampoco examinamos la realidad concreta del dinero volador de S'Enclusa ni de las exequias del cable submarino fallecido, ni de la consolidación por ley de los mamotretos de Son Bou ni ¡vade retro!, del parque eólico de Punta Nati, pese a mantener un foro de debate llamado así con un grupo de peninsulares amantes de la Menorca bucólica y a la vez de las energías alternativas (profundo dilema)… En el día de Sant Antoni hablamos de otra identidad, de la nuestra, menorquines sin fronteras, de la amistad, de nuestros hijos, de viajes futuros, temas cruciales a los que propinamos bastante más de tres tocs.