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Una nevada de 2009 y la que nos trajeron el otro día los Reyes, tienen un paralelismo político por lo menos curioso. Esta de los Reyes de este año dejó imposible para el tráfico rodado muchas carreteras, con especial virulencia la AP-6, que se convirtió en un infierno blanco, donde no se podía ir ni para delante ni para atrás. Quiénes lo saben dicen que de 3.000 a 4.000 coches sufrieron las durísimas consecuencias de una falta de información puntual, que ahora, como si fuera una pelota, los responsables se van pasando las culpas. Fomento ha culpado a la concesionaria de la AP-6 que, por cierto, es una autopista de pago que sale de Madrid hacia La Coruña. Esta a su vez culpa a numerosos conductores, al igual que en un primer momento hiciera el director general de la DGT, desentendiéndose de la responsabilidad. Diríase que este hombre tuviera el cargo que ocupa para cobrar el estupendo salario que le pagamos los españoles. El ministro de Fomento y el de Interior, tampoco hacen autocrítica. Parece que el hecho de que miles de personas quedasen atrapadas en algún caso hasta 18 horas, que se dice pronto, fue exclusivamente culpa de los conductores, ¡¡digan ustedes que sí!! «¡quién les manda meterse en una autopista de pago!». Y mientras los que deberían tener alguna responsabilidad siguen en sus cargos, con sus más que estupendos sueldos, sin que a nadie le dé siquiera una miaja de vergüenza ajena.

Cuando falla la memoria están las grabaciones y las hemerotecas. En el año 2009, siendo ministra de Fomento Magdalena Álvarez Arza, presidiendo el gobierno Zapatero, y siendo Rajoy el líder de la oposición, pidió este desde la tribuna de oradores la dimisión de la ministra por una nevada, que según Rajoy con su retranca gallega, no había visto la ministra, no ahorrándose el comentario de mal gusto, pues la tildó de «especialista en organizar el caos». También dijo: «Ayer nevó en España, no sé si lo sabíais, Magdalena Álvarez no lo sabía».

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Pues miren ustedes, señores del Gobierno, en Reyes nevó en España, no sé si lo sabían ustedes, lo que sí sé es que no parecen saber, de aquél sabio consejo que avisa de que quien tiene narices no debe llamar mocoso a otro, porque luego pasa lo que pasa.

¿Por qué se repiten estas situaciones? Pues porque los políticos de todo pelaje y condición nunca han acabado de creerse que los elegimos y pagamos para que solucionen los problemas a la ciudadanía. Por el contrario, una vez instalados en el despacho oficial, con moquetas y un buen salario, están convencidos que pertenecen a una casta superior, y que el pueblo, como ya aseguraban los antiguos, es la plebe, es decir, una casta inferior, una casta que pertenece a la 'cofradía de cómo me quejo'. Mientras tanto, la casta política tiene para sí que no hay nada como estar conforme con cualquier asunto para no estar dispuesto a cambiar nada. Me refiero a ese agavillamiento en la hora obligada de entonar el mea culpa a quien corresponda, porque saben que siempre que truena, llueve o nieva, escampa. Para dentro de una semana nadie hablará de la nevada de Reyes de 2018, y de las miles de personas que estando en la nieve creyeron estar en el infierno.