Entre los mensajes de alegría y buenos deseos para el año nuevo del pasado día 31, se conocía la peor de las noticias para la familia de la joven desaparecida Diana Quer. Salían de la angustiosa incertidumbre de casi 500 días para recibir el mazazo de una certeza, su asesinato. Ella, a sus 18 años, sí se resistió, y pagó con su vida. El año que acaba de finalizar ha sido aciago para las mujeres víctimas de la violencia de parejas, exparejas, novios o depredadores sexuales. Si se confirman todos los casos (los oficiales son 48) podrían llegar a 56, y otros ocho menores también están entre los asesinados, algunos por venganza de sus propios padres contra su madre.
Ante estos hechos, las mujeres no debemos cansarnos de levantar la voz y denunciar este grave problema, de intentar implicar a todo el mundo. Los hombres no son presuntos culpables por una mera cuestión de género, son también padres, hermanos, amigos…, hay que unirse en contra de los verdaderos monstruos. El padre de la malograda Diana lo ha dicho: «Le podría haber pasado a cualquiera», y eso es lo que no puede ser. El año del histórico pacto de Estado contra la violencia contra la mujer se cierra con la peor estadística, y detrás de cada cifra hay un drama. El Gobierno ha anunciado que, con o sin acuerdo de presupuestos, destinará fondos a implementar 26 medidas urgentes de las 216 que contenía el pacto, entre ellas, la elaboración de estudios sobre la situación de los menores –cada vez son más jóvenes, víctimas y agresores-, más campañas informativas sobre violencia sexual, protocolos de detección precoz del maltrato en la sanidad, y más coordinación entre juzgados y administraciones.
Esperemos que también se hagan cumplir con mayor efectividad las órdenes de alejamiento, porque Andrea Carballo (20 años) tenía una, y aun así su exnovio la obligó a montar en su coche y la estrelló con él en un mortífero choque contra una gasolinera. El 2018 que ahora comienza tiene que ser el año en que exista la voluntad política de frenar esta espiral.
