El vicepresidente del Ejecutivo balear no debió dimitir si, por ejemplo, continúa Marc Pons. El alocamiento como criterio para decidir lo que es sancionable o no en la política no es un criterio justo.
Biel Barceló puede haberse equivocado al irse de viaje con los amigotes sin saber, o a sabiendas, que la bicoca la paga una empresa de su área de gobierno. Esos regalos son peligrosos, predisponen a la simpatía a la hora de tomar decisiones. Es la cara dulce y discreta del soborno, que tantas veces ha pasado desapercibido pero existe, todos los favores se pagan antes o después.
Utilizo ese argumento para entender que sí, que es razón para dimitir si el nivel de exigencia que has pregonado está en esos límites. No obstante, sin precedentes habría sido salvable, no es razón para empujar su marcha, pero la reincidencia le ha condenado definitivamente. Me parece más determinante lo primero, lo de los contratos a los amigos, una mancha que en vez de eliminar ha emborronado con el viaje al Caribe. Justamente al Caribe, concepto que sugiere chollo y jauja. Si el viaje hubiera sido, digamos, a La Manga del Mar Menor no habría tenido esas consecuencias.
Biel Barceló se va y deja el Govern temblando. Para colmo, en una clara vulneración de la ley y auténtico abuso, el sustituto lo nombra el partido en vez de la presidenta del Govern. Su sitio lo ha ocupado rápidamente, ha parecido usurpación, una profesora de catalán y diputada de Més. Perdón por la redundancia.
El que debe irse no del Govern sino de la política y no volver más es aquel cuya gestión, decisión o indecisión han causado un grave perjuicio a la sociedad a la que sirve. Tenemos algunos ejemplares de esta especie que siguen agarrados al poder. Lo de Cesgarden se ha saldado sin ninguna responsabilidad y otro tanto ocurre en Sant Lluís, donde caen las resoluciones judiciales como chuzos de punta. Eso sí es grave y no lo del Caribe.