TW

Hay que ver la diferencia que existe entre escribir un libro y venderlo. Jaume Vidal Alcover solía decir que no deberíamos pensar en las ventas de los libros, que no éramos vendedores, sino escritores. Seguramente tenía razón. Pero hoy en día los éxitos literarios, como en cualquier orden comercial, se miden por ventas. Los agentes llaman 'vender' un libro a colocarlo en una editorial u otra. Las novelas de éxito no se juzgan por su calidad literaria, sino por su cualidad de best sellers, o más vendidos. Algunas novelas se califican de excelentes porque son page-turners, es decir, que mantienen la intriga del lector haciéndole girar página tras página hasta el final. El fenómeno de que un libro se venda por sí mismo, que empezó con el Quijote y que luego han conocido algunos autores que han conseguido dar en el clavo, es cada vez menos frecuente. En ese sentido, el mercado norteamericano tiene la exclusiva; los agentes de allí dicen no vas a publicar solo en inglés, sino en todas las lenguas del mundo, porque su mercado tiene la maquinaria, la misma que tiene Hollywood con las películas, pero referida a las novelas. Lo que no dicen los agentes es que en América solo se publica un dos por ciento de literatura europea (he dicho «europea», es decir, escrita en Europa), lo demás es proteccionismo hacia sus autores. Autores que saben cómo escribir un libro para venderlo, desde el tema hasta la última palabra.

Noticias relacionadas

Luego está lo de las presentaciones. Cuando quieres ser escritor nadie te dice que además de escribir un libro tendrás que presentarlo cuantas más veces mejor, y que a menudo es mejor ser un gran presentador que un gran escritor. Al menos hasta que el tiempo no pase el cedazo de la actualidad y queden las obras realmente valiosas, que pueden haber sido despreciadas o haber pasado por alto en su tiempo. Hay que aprender a hablar bien en público y no ser tímido, sino extrovertido. Cuanto más salgas a la palestra, mejor. Camilo José Cela decía: «Que hablen, aunque sea bien». Otros como Salvador Dalí, Oscar Wilde y el Quijote, lo habían dicho antes, pero con el detalle de cambiar «bien» por «mal»; es decir: «Que hablen de mí aunque sea mal». Pero en las escuelas no suelen enseñarnos a hablar en público, y para cuando lo aprendemos ya hemos perdido muchos trenes, o lo que es lo mismo, muchas oportunidades. José Manuel Lara publicó un libro con las páginas en blanco y lo colocó, pero para eso hace falta ser como él un genio de las finanzas.