No es frecuente que empresarios de cierta relevancia se signifiquen en las redes sociales sobre cuestiones relacionadas con la gestión política de su entorno más próximo.
Saben, probablemente, que la entrada en ese terreno pantanoso les puede reportar más contratiempos que beneficios -relaciones, subvenciones, promoción, ayudas, clientes...- por lo que en la mayoría de las ocasiones navegan entre cuantas aguas sean precisas y no se mojan ni cuando se ponen bajo la ducha.
Ursula Mascaró ha roto esa tendencia desde su cuenta de Facebook con la misma determinación que desprende la firmeza de su carácter, porque en él descansa gran parte del negocio próspero que conduce desde su condición de diseñadora y copropietaria de la fábrica que levantó su padre.
Es la ferreriense una mujer de armas tomar como ha demostrado a lo largo de su trayectoria para hacerse un hueco con sus pretty ballerinas en el universo de la industria del calzado, desde el impulso de la marca paterna.
Quizas a partir de esa autoridad moral que le proporciona su profesión ha mostrado un absoluto rechazo a la imposición del catalán a todo el personal sanitario advirtiendo del peligro que supone para la llegada de buenos especialistas a las islas, entre otras limitaciones.
Esta posición le ha valido a Úrsula ser vilipendiada en las redes sociales por aquellos que defienden ese planteamiento democrático tan extraño que considera 'fachas' a los que no piensan como ellos.
Ayer la empresaria menorquina denunciaba en este diario los insultos recibidos que, en todo caso, no le hacen retroceder para reafirmar su opinión contraria a la política linguística del actual Govern en Sanidad. «Me he cansado de estar callada», escribe en la carta. Merece consideracion su valentía para abrir la boca donde tantos callan aunque no otorguen.