Recibo una invitación del PEN club para asistir a la entrega del VIII Premio Internacional Veu LLiure en el antiguo palacio de Can Saura, en Ciutadella. Es una tarde desapacible, la temperatura ha bajado bruscamente debido a que sopla el viento de tramontana, el más endiablado de los vientos. Me acuerdo de Julio Peñate, el catedrático de literatura hispanoamericana de Neuchâtel, en Suiza, que se sintió enternecido cuando recordamos que la tramontana se origina en los Alpes, que acunan la ciudad donde vive. Comentó: «Ah, caramba, por eso es un viento tan frío». Por eso hiela a los muertos en sus sepulturas. Por eso barre los malos pensamientos y nos trae la fantasía. La puerta del palacio de Can Saura se resiste a abrirse. Ha sido totalmente reformado, pero todavía se trata de un viejo portón medieval y parece que golpeando la aldaba en una noche como esta han de aparecer viejos fantasmas quejumbrosos. «En las noches como ésta la tuve entre mis brazos» diría Neruda. «Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido». Recuerdo cómo era el palacio cuando retraté en él al vástago –el doncel— don Gabriel Saura, mucho después de haber sido caixer senyor. Tapices en las paredes, sobre los dinteles de las puertas, sillas enfundadas como los viejos fantasmas, consolas, espejos deslucidos, relojes parados, cerámicas de adorno… Ahora todo resulta mucho más luminoso, casi cegador…
Les coses senzilles
Veu lliure
20/11/17 1:09
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